La fragilidad del recuerdo
“Lecciones de la visita de Francesco a Benedicto”
Muchas veces se piensa que las palabras y los dichos populares presentan exageraciones que no queremos compartir. La memoria es frágil y lo es más en una época en que reinan la comunicación y la información. El precio es el olvido. A no ser que se trate de personas con mucha calidad el recuerdo es fugaz. Y no es que falte la estima, sino que el egoísmo es tal que se convierte en el estado normal de las relaciones sociales. Te recuerdo si te necesito y el ritual es siempre el mismo. “Te he pensado tanto”, “he querido tantas veces comunicarme contigo “y nada de eso es totalmente cierto. Los amigos van cambiando según los intereses y las amistades duran mientras nos hacen el favor o hacemos el favor. Las obras de misericordia se reducen por ejemplo aquella desagradable de “visitar a los enfermos” se sustituye por la definitiva visita a la Capilla de Velación que es la moderna forma de “enterrar a los muertos”.
Es lo común; se tiene un tesoro si el amigo hace de todo para ayudarnos, pero si yo he de ayudar es preciso tomar todas las precauciones y si la “confianza” es grande aparece aquello de “usted entenderá que esta vez no lo o la puedo ayudar”. La ley del embudo decían los mayores.
Esto ha sucedido con la elección y presentación del nuevo Papa Francesco. Ninguno o pocos recuerdan a Benedicto. Más aún se escuchan las voces de quienes ayer lo elogiaban afirmando de sus equivocaciones, de su falta de visión, de su rigidez doctrinal de cara al fenómeno que representa el nuevo Pontífice. Lo peor es escuchar ese tipo de juicios en el ambiente de lo religioso donde se ve con evidencia que “el carrierismo” trata de buscar acomodación. En el “Café San Pietro”, hace un par de días, tres participantes en el cónclave sonreían diciendo “nadie encontrará que haya habido siquiera uno que no votase por Francesco”. O más grave aun cuando alguien en el mismo ambiente -desconociendo el histórico aporte de Ratzinger- afirma la “llegada finalmente de la verdadera teología”. La sonrisa es más amarga cuando en las librerías - y no para que se tenga acceso fácil- se ofrecen las obras del teólogo con un descuento del 30% porque se necesita tener espacio para el nuevo Papa.
Por eso es tan significativa la visita cumplida ayer por Francesco a Benedicto. Es el recuerdo merecido y duradero. “Recordar” es en verdad asegurar que alguien habita en nuestro corazón. Y ojalá- como se cree - que se vean con mayor frecuencia. Una de las grandes tareas de la ternura es el recuerdo. Ha sido una bella lección para el “des-agradecimiento” de la época. Benedicto se orienta hacia el final de su vivir y es notoria su fragilidad y lo es de igual manera su paz interior. ¡El agradecimiento -se afirma- es la memoria del corazón!