Las dinámicas del perdón
Ahora que vamos a dejar libres -en nombre de la paz y de la reconciliación- a todos los que desde la acción guerrillera han secuestrado, han asesinado, boleteado, extorsionado y todo ese repertorio de delitos es preciso saber que en eso que se llama el posconflicto nos vamos a llevar por la calle del medio aquel principio de que “todos somos iguales ante la ley”. Es cierto que eso no es nada nuevo porque desde siempre las cárceles no son iguales para todos. Eso no requiere explicación porque nadie va a afirmar que esta aseveración es falsa. Este es un país en donde se detiene para investigar y no se investiga para detener. Además desde cuando se ingresa en la cárcel se sabe que hay quienes para ser condenados o absueltos pasan años a la espera de una sentencia absolutoria o condenatoria. El absuelto sale con la vida destruida y se acoge al cinismo de la posibilidad de demandar al Estado por el mal que en nombre de la “justicia” le fue endilgado cuando se sabe que el preso -al menos el común- ha padecido la violación de todos sus derechos, reingresa a una familia destruida y lleva en la frente la indeleble marca de Caín. Quien es condenado ha de pagar sus años y deberá aceptar en silencio que se le violen sus derechos en todas sus dimensiones.
Esas gentes vivirán la dolorosa experiencia de ver cómo otros que son peores que ellos serán perdonados, aplaudidos, a lo mejor elegidos, entrevistados y darán clases de ciencia política, serán invitados como ejemplos de democracia. Y si alguno va a reclusión irá de seguro a casa fiscal donde tendrá todos los miramientos que deberían tenerse con todos los retenidos, detenidos, y presos del país porque la “pena” es de privación de la libertad de movimientos físicos, de circulación y no de degradación personal y de ingreso en las antesalas de la locura.
Si se va a perdonar y hacer “borrón y cuenta nueva” porque lo exige el diseño de una nueva era de convivencia hay que dejar libres a los militares apresados; hay que dejar libres a miles de ciudadanos equivocados que no son necesariamente delincuentes, hay que poner en libertad a otros que a su condena a lo mejor “justa” la sociedad les ha agregado “el disvalor” de violarles en todas sus dimensiones su dignidad de personas.
Sin duda alguna se mantendrán en cárcel -por paradoja- los asesinos, los violadores de derechos humanos, los secuestradores, los pedófilos, los maltratadores de mujeres que tendrán por ello más espacio y que a lo mejor así puedan iniciar eventos de rehabilitación que los acondicione para regresar algún día a la sociedad que todavía no entiende que existen alternativas de punición distintas a las cárceles. Y hemos de habituarnos a la realidad que si se va a perdonar lo más es preciso perdonar lo menos. ¿Es igual la ley para todos? O mejor habrá que preguntarse si en verdad existe la ley.