Los camaleones
Es el camaleón animal extraordinario que ha sido tomado junto con la flor del girasol como extraordinarios símbolos de la mala y aun de la pésima política. Un soldado es como es no nos sorprende al menos que se haya dejado infectar por el virus de la politiquería como ha acontecido -es cierto- con algunos que no resisten la tentación de la popularidad barata que no saben manejar. Menos mal que son pocos, lo grave es que son.
Pero el camaleón aparece en las épocas electorales; tiene sus tiempos y como tal es multicolor. Uno se extasía. Aquel azul intenso cambia a rojo; el otro pasa por el verde y no falta el amarillo; otros asumen el azul profundo y ante la pregunta de cómo han cambiado ellos responden con una enorme sinceridad.
El camaleón es poco lo que sabe; por lo común lo único que ha devorado es el letame y ha coleccionado ocurrencias que les han de servir para dar el tono gracioso en las reuniones pero no han construido un pensar ya que lo alquilarán. Por lo común no han prestado servicio militar -con excepción de Esteban- ya que tuvieron la buena suerte de poseer esas pequeñas deficiencias vinculados a cosas semejantes al “pie plano“. Por lo general están en capacidad de recibir asesoría porque tienen como misión especial “divertirnos”. Una generación que reconoce ser hijos de una generación anteriormente gobernante.
De aquellos descendientes de las fuerzas de la libertad bolivariana a quienes correspondió estudiar y hacerlo a fondo ya no cuentan y no es necesario hacerlo ya que “este país no se gobierna, se administra”. Se extrañan los descendientes de los Sucre, de los Córdova, de los Alcántara de la Herrán, de los Urdaneta, y así se pone en evidencia que en Colombia unos han nacido como “acreedores”, que son aquellos que lo merecen todo y llegan de improviso convencidos de ser grandes y los otros están obligados a aceptar que han nacido como “deudores” que han de luchar y ceder el paso a la “delfinada”, esos animalitos encantadores que desde su ternura e ingenuidad nos divierten.
Algo han estudiado para ser llamados impropiamente “doctores”, los más arriesgados se harán nombrar para dictar una clase y serán profesores sin saber que la comunidad internacional los hace objeto de sus ironías.
Y es allí cómo los nuevos dirigentes se presentan. Nada han hecho pero prometen hacer algo. Aparecerán con la “promesa a flor de piel” ofreciéndose como redentores.
No hay esperanza y lo único que llena de sonrisa, dicen los vendedores, es el incremento del cultivo de la “flor del político”, es decir, del “girasol” que es la flor que sabiamente gira siguiendo la luz que más alumbra.
El hijo del gran político Konrad Adenauer, el gran reconstructor, el grande que con Gasperi, Giorgio La Pira y los otros comenzó el ideal de la reconstrucción de una Europa en paz y desarrollo, eligió no vivir bajo el ala protectora de sus padres sino ser un gran cocinero.