Una Iglesia sin miedos
Me gusta pertenecer a una Iglesia capaz de dialogar, conversar, discutir, polemizar con el mundo donde dice evangelizar ; me gusta verla enfrentada con conocimientos y argumentos a los que desde un relativismo moral suponen que son ellos los que saben hacia dónde ella debe moverse.
Los pontificados de Benedicto y de Francisco son buenos para un mundo globalizado. Sin miedos y con honestidad se confrontan con quienes piensan diferente y plantean lo propio desde el evangelio inmutable y desde la doctrina que va perfeccionándose con el paso de los tiempos y el aporte de las generaciones que llegan.
Sabe la Iglesia qué es “lo no negociable” pero también que todo es dialogable y que si lo sabemos hacer a lo mejor descubriremos en los otros caminos para evangelizar.
Lo que a algunos sucede es que la formación y los conocimientos que poseen son pocos y frágiles y suponen que los demás están dotados de la misma ignorancia y entonces los desacreditan , difaman, calumnian, destruyen sin el menor reato de conciencia y suponen que a los “gritos” pueden transitar por el siglo XXI. El difamador no tiene perdón según el santo cura de Ars y de nada le sirve -cuando se dé cuenta- pronunciar el manido “lo siento mucho”.
Al diálogo se va no para entregar por cuotas las convicciones. Vamos a escuchar, a razonar argumentos a percibir que es mucho lo que hay que hacer en el campo de la presentación de la “Buena Nueva”. Pablo y Tomás de Aquino realizaban a la maravilla ese trabajo.
Es tarea nuestra enriquecer el mensaje; sabemos leer, escuchar al Pontífice, estudiar teología; en nosotros dialoga la doctrina cristiana con el pensamiento social cristiano y lo hace para bien y si hay que decir algo lo decimos llamando al pan, pan y al vino, vino. (Así lo hicieron Claudel, Maritain, La Pira, De Gasperi, Bernanos) sin tener que escuchar los gritos de los sucesores de Ricardo III que ya creíamos agotados y sepultados en el olvido y que tan solo nos quedaba la descripción que se hace de él en la magnífica obra donde Shakespeare delinea la conducta del pobre rey que ordenaba sin pensar.
La gran iniciativa del “Patio de los Gentiles” puesta en marcha por el cardenal Ravasi es una maravilla que no todos comprenden porque trasladan a los que participan en ella sus propias inseguridades.
Francisco es sensacional y ojalá cale profundo su testimonio; el Papa dialoga, no negocia y tampoco pacta como sí lo hacen algunos cuando algo requieren del mundo temporal. Es “simpático” grandes de la Iglesia como Martini, Rahner, Meissner Lehman, Camara, O´Malley, Larraín y el mismo Bergoglio -cuando solo era Bergoglio- estarían condenados o al menos vapuleados por gentes que -sumergidas en la concupiscencia del poder- se arrogan para sí mismas lo que solo el Señor pudo decir con razón que “el que no está conmigo está contra mi“.