De pobrezas y de desigualdades
Estos son temas que -como se dice- tienen tanto de largo como de ancho. Temas ricos en intérpretes y difícilmente se entenderían las situaciones y las etapas del ser humano sobre la Tierra. Solo es preciso mencionar que en las grandes obras están presentes. La biblia habla de ellos y se recuerdan estudios como el de “los pobres de Yahvé”, para los amantes del cine basado en literaturas está Víctor Hugo con Los Miserables , está Dickens y la miseria en Inglaterra así como Cervantes en su “Quijote “ y el gran cuento del Lazarillo de Tormes, y si uno va caminando bien en letras recuerda a un gran autor sobre el que jamás se hizo justicia como fue el caso de Manuel Mejía Vallejo o Caballero Calderón con Siervo sin tierra, y se podría continuar por páginas enteras caminando por propias y otras literaturas.
Si bien estos temas no han dejado de ser tratados en cine y letras la economía y la política se ocupan mayormente en ellos y las gentes se enteran por la TV , por los periódicos, la radio o el sinnúmero de conferencias donde se habla con lujo de detalles sobre ellos.
Lo interesante es que en ellos difícilmente se encuentras “verdades ciertas” -porque inciertas si las hay-. Recuerdo una elegante reunión hace ya varios años en Roma en donde dentro de la finura y la abundancia de la comida se “reflexionaba” sobre el hambre en el mundo o las grandes discusiones acerca del poco precio de las vacunas y los millones de personas que carecen de ellas o el escándalo de quienes hablan del gran daño que para la economía y la cultura de las gentes representará que alguien determine encontrar la forma de dar casa de habitación a los miserables y excluidos o a los genéricamente llamados “pobres”.
Juan Jacobo Rousseau se hizo entre otros pensares famoso por su discurso ante la Academia de Dijon llamado “sobre la desigualdad de los hombres”; otros han probado la misma suerte desde los grandes bancos de la globalización como el Banco Mundial y el mismo Fondo Monetario Internacional o aquel que gráficamente intentó desde los años sesentas representar la pobreza y la desigualdad en el mundo en un estilizada copa de champaña en la que solo se refugiaba una infinita minoría allí donde estaba el buen licor, el resto era el largo pie que ubica a quienes suponen estar en ascenso o están ciertos de descender y la gran plataforma que les ofrece estabilidad y que está compuesta por los pobres del mundo.
El nivel de la pobreza sigue establecido en dos dólares diarios y se afirma que el 20% de la gente acapara el 86% de todos los bienes y servicios y el 20% de los más pobres tan solo consume el 1,3 por ciento.
El buen gobierno trabaja en corregir estas fronteras. Santos lo hace y Colombia retoma la senda de la prosperidad.