Caminos de santidad (II)
No ha tenido suerte Latinoamérica con el reconocimiento de sus santos. Todo parece indicar que las zonas de santidad hubieran estado reservadas al territorio europeo. En efecto, si se mira con cuidado, santos son los grandes evangelizadores de la Europa a la que llega el cristianismo trámite Pedro y Pablo. Abundan los santos confesores, los mártires, las vírgenes, los monjes dedicados a la oración, los contemplativos y sobre todo santos fueron declarados aquellos que sembraron la fe y procuraron las bases de lo que fue un cristianismo que empezó a declinar con la construcción de la Basílica de San Pedro y la reforma protestante liderada por Martín Lutero. Pero los grandes evangelizadores de América no han merecido la atención de la Causa de los Santos y menos aún quienes nacidos en este territorio -que han acordado llamar “el continente del futuro”- continuaron su tarea con inmenso éxito hasta cuando aparecieron brotes de un “sectarismo“ que han asumido ya más de un 20% de lo cristiano-católico.
Claro que hay unos cuantos santos que merecen reconocimiento y aplauso desde Juan Diego hasta el Padre Hurtado pero en el número difícilmente compiten con la más humilde región de España o de Italia. Los muertos por la represión contra la Iglesia se cuentan por cientos, las guerras civiles que causaron muertes a quienes desde la Iglesia defendían principios no negociables abundan y muy al contrario con Latinoamérica se la piensan los promotores de santos. Baste no más recordar a Monseñor Romero.
Con la Madre Laura se anuncia una ruptura importante. Ella es puente entre dos pontificados: el de Benedicto XVI (que es el brillante final de un pasado doctrinal) y Francisco que es el inicio de la construcción de un futuro pastoral. Las coincidencias son extraordinarias ya que el Papa abdícrata lo anuncia el día en que fija la fecha de la canonización de la Madre Laura a sabiendas de que sería un nuevo Pontífice el que la llevaría finalmente a los altares.
Es tal la calidad del reconocimiento a Laura en su vida, su pensamiento, su obra y su testimonio que nadie duda de que con ella se abrirán definitivamente los caminos de reconocimiento de santidad de tantos que en estos países han sido fieles a su Señor hasta la ofrenda de sus vidas como Jesús Emilio Jaramillo, Isaías Duarte o en esa forma de vivir la cotidianidad de la que son ejemplo el Padre Gómez, el Beato Marianito e Isabelita Tejada lo mismo que Monseñor Perdomo y el obispo Biffi y eso que este elenco es sólo colombiano.
Laura Montoya inaugura una época de una santidad vinculada al trabajo cotidiano y le permite al Papa Francisco dar el viraje y hacer reconocer que hay santos de primera en el llamado Tercer Mundo al que Laura y él pertenecen .
Después de la canonización del 12 de mayo la cristiandad será otra. Laura abre la puerta para que pase el futuro de la Nueva Evangelización que es aquella que habla más con gestos y con testimonios.