GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 5 de Febrero de 2013

La corrupción de los mejores

 

Gregorio  Magno, Papa y pensador, de esos que sabían que la acción pastoral no consistía en inmiscuirse en los negocios ajenos a los que pertenecían a su afán espiritual y que lo que distingue a un pastor no es que se le reconozca como poder temporal sino por su dedicación a ser modelo imitable para sus feligreses afirmaba que “la peor corrupción es la de los mejores” (“corruptio optimi pésima”).

Esta reflexión llega cuando vinculándose a la visión que tenemos en Colombia de esta lacra de la corrupción, se unen los episodios de la política española que han llevado a la peor crisis después del re-establecimiento de la democracia. Entonces se empiezan a descubrir las fisuras que han causado los valores perdidos, la “manga ancha” que aterraba a los mayores y a esa paulatina desaparición de la conciencia que hace cierto aquello de “mal de todos consuelo de tontos“. Y es tristemente risible que se pida la dimisión de un gobernante por parte de quienes “ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

Nadie puede confiar en nadie; el pecado está en quienes roban pero también en quienes callan y permiten que se continúe robando. Y son ingenuos aquellos que piensan que es difícil acrecentar el número de corruptos cuando ello es fácil ya que al corrupto se le compra tan solo la primera vez y cuando se le vuelve a necesitar tan solo le recuerdan que ya se había vendido y ahora tan solo merece recibir “propinas” para obedecer.

En muchas partes del mundo se procede por “corrupción indirecta” que es aquella cuando se llama a alguien a servir al Estado y hay -dicen- sobresueldos que se pagan a la señora -o en caso inverso al  señor- para que se presten los debidos servicios a la comunidad. O se hacen favores hoy y -pasado el ejercicio del poder- se reciben “delicadezas” mañana que hacen más agradable la vida.

Un expresidente de Colombia desde el realismo que lo acompañaba enunció aquello de reducir la corrupción a sus justas proporciones. Él sabía por qué lo decía. Y sabía que el mal ejemplo residía en la gente que llega a pensar que si no pagan tributo a la corrupción estarán por fuera del mercado político, del económico o de las grandes oportunidades.

Pero también es corrupto aquel que  compra, distribuye o da crédito a la falsificación de información y sobre ella monta -contra la gente  honrada- una acción de descrédito internacional y personal que va a destruir la honra personal o de las instituciones. Es el “corrupto calumniador” que solo perderá vigencia si la democracia  y sus valores maduran.

El fin no justifica los medios decía el “Gran Secretario” menos aún cuando ese fin es tan corrupto como los medios que utiliza.

La corrupción de quienes deben dar ejemplo es preciso combatirla a fondo. El porvenir no parece bueno. Habrá que esperar que la Juventus -hastiada o convencida- reoriente esta historia.

guilloescobar@yahoo.com