La manga corta
Llama la atención el nuevo aeropuerto de Bogotá por la amplitud. Se nota que el personal de Relaciones Exteriores debe ser el mismo del antiguo DAS que pretenden, que el ciudadano viajero les cuente para dónde va, qué se va a hacer y por qué y además la genialidad de “¿cuándo regresa?”. Que por lo común solo se lo preguntan a uno en la casa. (A lo mejor es una estrategia para demostrar un exceso de simpatía y de cercanía al ciudadano aunque es difícil creerlo). También llama la atención porque de poco o de nada sirven los detectores ya que de todas maneras es preciso -no siempre de la mejor manera- obligar al ciudadano a ponerse manos arriba. Pero lo mejor es la revisión que efectúa ese destacamento especial de antinarcóticos que es absolutamente necesario para conservar nuestro buen nombre en el exterior. Pero habrá que organizarlo bien. Somos muchos los que viajamos solo con equipaje de mano ya que nadie puede asegurarnos que nadie meterá sus manos en las maletas una vez usted las abandone bajo la responsabilidad no se sabe de quien, ya que puede perderlas o meterse en el problema de demostrar que no fue usted sino alguien desconocido quien depositó en ellas lo inadecuado. Los que las forran en plástico parten del hecho de que nadie tiene -vaya usted a saber dónde- un clon que permita re-forrar las valijas.
Pero ahora hay revisión manual luego del escáner y sería muy bueno -para no correr riesgos- que quienes están autorizados por la ley para manosear o manipular nuestras pertenencias usen camisa de “manga corta“ y el lector sabe muy bien por qué, si ha tenido las diversiones de infancia de ver cómo aquellos prestidigitadores hacen aparecer y desaparecer cosas.
Pero al algo más el buscador “olisquea“ la ropa, los zapatos y demás; abre vestimentas y delicadamente las dobla y organiza de nuevo y lo que es más tierno y dispendioso es la revisión de libros que llaman todos la atención de estos “buscadores“ de delitos que al menos podrán contestar positivamente una encuesta que interrogue si alguna vez tuvieron un libro entre las manos.
Lo urgente es que quienes metan su mano en nuestras vestimentas usen guantes ya que -comentaba una señora- no puede añadirse a los costos del viaje el mandar a lavar la ropa más personal a la llegada al destino antes de colocársela. Y algo más que quien revise lo haga callado ya que el ciudadano no puede distraerse en conversaciones y respuesta a interrogatorios por parte de quien está revisando y que por lo común son las mismas preguntas que ya han hecho en migración y peor si le llega a usted la pregunta sorpresa de “y usted ¿por qué lleva tantos libros?” que recuerda esa otra variante de los años 60 que contaba Carpentier cuando se confiscaba el texto de Caperucita Roja por temor de que fuese propaganda marxista.