La mafiosidad
Una de las obligaciones de los que se dedican a la vida política no es “tener la razón sino tenerla a tiempo“. Eso en Colombia no se aprenderá. Hemos pasado tiempos difíciles. Alguien nos dijo que éramos víctimas todos del narcotráfico, de los paramilitares y de las guerrillas; que no hay familia colombiana que no tenga un “mártir”, entonces nos sentimos bien porque creemos haber pagado la cuota de sacrificio. Pero es también -en buena parte- cierto que entre los nuestros no hay grupo que no tenga un “culpable”. (Si alguien se siente ofendido elimine de la aseveración a los propios). Pero también es cierto que entre los presuntos inocentes -“ los buenos”- muchos se comportaron como los malos callando, haciéndose los ciegos, metiendo como el avestruz la cabeza bajo la arena, aprovechando dineros sucios para dinamizar las locomotoras de entonces; lavando dinero manejando habilidosamente portafolios; otros dedicándose a generar, administrar y a beneficiarse del contrabando; esos inocentes -a lo mejor nosotros- nos acostumbramos a las muertes ajenas, al irrespeto a la vida, al dinero fácil y a soñar con una existencia en la que deleitarse en una “dolce vita” sin fin.
Mientras hubiera dinero todo estaba bien. El “exitismo” se instaló, se hizo cierta la desaparición de todo sentido de culpa y la honradez ya no era la épica honestidad de los mayores sino el malabarismo para no ser sorprendido en trapisondas. Es la gente del “dinero fácil”, son esas personas que escudándose en su posición social solicitan préstamos que no están dispuestas a honrar y hacen trampas permanentes.
Hoy hay quienes están decididos a “pedir perdón a posteriori” y si es necesario lagrimear, pues lo hacen. Pero eso ocurre porque se les ha sorprendido; porque se padece el dolor de no haber tenido la habilidad de ocultarse adecuadamente.
No hay que mentirse, los malvados pudieron hacer de todo porque contaron con todos los silencios necesarios de los “presuntos justos” que jamás entendieron que hay pecados de acción que son graves pero no tanto como los de omisión.
Todas esas iniquidades sociales son graves porque han constituido lo que los antiguos llamaron la nueva “forma mentis” de nuestra sociedad que es la “mafiosidad”. Basta ver los programas de TV que congregan a la gente cada noche, por los que somos apreciados en el extranjero y que nos causan el más grave mal que lleva a pensar que sin mafia y sin violencia no somos nosotros mismos.
Ahora hay equipos de fútbol que quieren devolver estrellas mal ganadas -que no vaya a ser un barato oportunismo moral- y creen que con eso limpiarán su pasado. Para que el asunto sea cierto y eficaz habría que devolver presidencias, ministerios, generalatos, ganancias no tan ocasionales, emisoras, puestos de la diplomacia, propiedades adquiridas con ventajas y mucho más. Cada quien esculque su silencio -y vea con cuidado- qué le debe a Colombia y a las generaciones por venir y proceda en consecuencia.