Guillermo León Escobar | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Diciembre de 2014

URGENTE RECUPERARLO

Reinventar el coraje

 

LA  vida enseña muchas cosas y coloca en su puesto otras que habíamos absolutizado a lo mejor irracionalmente. Recuerdo que en la portería del colegio nos prestaban vidas ejemplares de santos y de mártires y nos gustaba de ellos que eran capaces de todos los sacrificios hasta llegar a la muerte por lo que amaban y por lo que creían. Eran seres con enorme personalidad que no retrocedían ni ante el martirio más atroz. Eran nuestros héroes. Pedro, Pablo, Lorenzo, Bartolomé. Eran del común pero sabían que habían prometido a su Señor y a su Iglesia ir hasta el final sin desfallecer. Por eso habían aceptado “dignidades” cuya contraprestación era dar testimonio aún hasta la muerte. No abjuraban; morían en su ley convencidos de que hay dignidades que traen consigo compromisos de vida.

Me llamaba la atención también la vestimenta roja de los cardenales que no era elegancia sino la señal de tener la disposición de derramar su sangre en defensa de su Dios y de sus convicciones. Naturalmente cada quien es dueño de su propio miedo pero también lo es de su propio coraje.

Leíamos biografías de aquellos soldados y oficiales que ofrendaron la vida por su patria y por los suyos. Nos impresionaba la entereza del general Moscardó frente al sacrificio de su hijo en el Alcázar de Toledo y los admirábamos y admiramos porque por lo común en el mundo civil no hay tanta valentía.

Pero después descubríamos a los profesionales de la medicina, a las personas dedicadas a la atención de los enfermos, a las monjitas, a quienes cuidaban de los leprosos, a los misioneros, todos ellos dueños de sus miedos pero señores de su  valentía y de esa capacidad de entregar la vida por sus prójimos.

Eran valientes, son valientes; son esos que no retroceden, que no pactan, que no se entregan. En eso pienso en cualquier parte del mundo ante la “tumba del soldado desconocido”, ante la llama eterna a los héroes que son aquellos que  fueron prudentes pero corajudamente hasta el final.

Me gusta escuchar los soldados recitando aquello de “Colombia Patria mía…que terminaba con la frase de ...llegado el caso morir por defenderte”.

Eran otros tiempos en que se prefería morir a caer en las garras del enemigo.

Alguien escribió que una buena razón para vivir es al mismo tiempo una buena razón para morir.

Qué gran ejemplo el de los cristianos de Siria y del Líbano perseguidos hoy por serlo  y que se niegan en medio de las torturas a renunciar a sus Señas de Identidad. El esquema de seguridad del soldado es su honor. Inocencio Chincá, Sucre, Córdova y todos los soldados que han muerto por nosotros en esta guerra sin fin. (Qué bueno recordar hoy a Pinchao y a Mendieta que lucharon hasta el fin de sus posibilidades y no se ablandaron en años de Campo de Concentración). Por eso es urgente recuperar el coraje que es parte sustancial e insustituible del honor.

guilloesobar@yahoo.com