El regreso a la esclavitud
Nunca se pensó que llegara a ser posible pero lo cierto es que la esclavitud ha hecho de nuevo su aparición y lo ha realizado apoyándose en las tareas no cumplidas por la civilización judeo-cristiana que ha tomado caminos diferentes abandonando varias veces el propio como lo han hecho tantos con el comunismo y tatos más con el capitalismo salvaje. Chesterton, el gran pensador y novelista, afirmaba que el único sistema que no ha fracasado es el cristianismo porque es el único que no se ha practicado.
Hace varias décadas -más de cinco- se publicó un documento bajo el título Ser Más en el que se advertía que de continuar en la loca tarea del consumismo, del hedonismo desbordado se llegaría al límite de una ruptura antropológica que traería consigo consecuencias inimaginables.
Era el tiempo en que se hablaba de la pobreza en términos de “marginación” que era un concepto elemental por todos entendido ya que los cuadernos escolares se caracterizaban por poseer estéticamente una margen donde nadie escribía, donde no se aposentaba ningún texto. Se decía “marginado” para indicar que se estaba fuera del texto del desarrollo pero aún se tenía el consuelo de estar dentro del cuaderno.
El advenimiento del relativismo, la incerteza de una paz no consolidada y la amenaza permanente del posible despertar de una “tercera guerra” llevó a unos a la adopción de espiritualidades consoladoras en el esoterismo y a otros a la necesidad del satisfacerse en el “aquí y el ahora” por aquello de la incertidumbre de la existencia de la vida eterna.
Los cimientos de la conciencia se resquebrajaron y los principios y valores se convirtieron en una bella teoría que se podía acomodar según la necesidad y es lo que hacemos. De hecho la semántica se convirtió en un problema.
Pero la esclavitud existe y da muestras de aumentar y de fortalecerse. Se comercia con seres migrantes desesperados que se embarcan corriendo todos los peligros atraídos por un sueño imposible y terminan siendo pasto de los peces o abandonados en cualquier arrecife. Se secuestran niños para el comercio de órganos y se amontonan obreros que fabrican duplicados de grandes firmas o productos a menor precio con los que quiebran la economía de los países. Son obreros-esclavos que no ven la luz del sol y que dormitan donde trabajan y además les han sido sustraídas todas las señas de identidad.
Son los esclavos modernos a los que se les ha negado el futuro. Cuentan que en 1850 el costo de un esclavo era de 1.000 dólares (hoy cerca de 38.000 dólares). Era una inversión, se le alimentaba, se le acudía con la salud, tenía el derecho a tener familia esclava igualmente protegida. Hoy el esclavo moderno es un excluido o se abusa de él hasta que fallece. Allá se llega con la desocupación, con el trabajo precario; se llega a través de la migración forzada.
Eso es preciso pararlo de urgencia. El Papa Francisco reflexiona sobre el tema y de seguro hará oír su voz.