Recordando a Paulo VI
Grave es la cultura que actúa por olvido y sustitución. Siempre se está empezando. El ayer no importa y menos el mañana. Cada personaje tiene la pretensión de suponer que con él inicia la historia. Somos así y es por eso que toca insistir en que el ayer es indispensable recordarlo si se quiere edificar el futuro de una manera firme.
Todos estamos felices con Francisco, su testimonio es innegable pero parece a muchos que Benedicto no existió y que Juan Pablo II ya habita el olvido y no se diga Paulo VI. Pues bien es muy difícil imaginar o pensar la Iglesia de hoy sin este gran personaje de la historia espiritual de la Iglesia y del mundo.
Juan XXIII tuvo la gran intuición, puso en movimiento la historia y se aseguró que se optara por la gran bifurcación a fin de que no se repitiera el ejercicio de agitarse y moverse para seguir en el mismo punto. Para ello encontró a Montini, a Lercaro a Larrain, a Ancel, Helder Camara y otras mentes privilegiadas de la Iglesia que supieron avizorar el porvenir. Muerto Juan XXIII, Montini se convirtió en Paulo VI y supo asumir el desafío de llevar la Iglesia a buen puerto. Y lo hizo acompañado de ese cardenal amigo -Lercaro- que presidiría el Congreso Eucarístico de Bogotá cuando el Papa por primera vez pisó tierra americana para inaugurar la segunda reunión del Celam a celebrarse en Medellín, portando dos regalos que han marcado el pensar de la cristiandad a saber : las encíclicas Humanae Vitae y Populorum Progressio.
Nada del pontificado de hoy podría entenderse si no se recurre al menos con el recuerdo al pensar y a las acciones que cumplieron quienes con arrojo propusieron y enriquecieron el Esquema XIV que clamaba por una Iglesia pobre para los pobres.
La originalidad del Papa Francisco ha sido la de rescatar este documento aprobado pero luego celosamente engavetado y usarlo abiertamente colocándole gestos e insistiendo en la tarea de sustituir príncipes por pastores. Quien tenga la curiosidad de revisar memorias del Concilio entenderá el trasfondo real de este Pontífice que tiene el atrevimiento de hacer cierto aquel pensar de que “el porvenir es el pasado que llega”.
Estamos viviendo hoy la plenitud del pensar de Paulo VI. A muchos no les gustará que se escriba de él, pero ese testigo de nuestro tiempo resurge en cada tema. Baste pensar en el sínodo que sobre la familia se desarrolla en Roma y que ocupó una gran parte de las preocupaciones de Montini. O también escuchar de Francisco los llamamientos a favor de los pobres, de los excluidos y de los migrantes y sus muestras personales e institucionales de austeridad y pensar que por lo mismo se tildó a Paulo VI de comunista y se editó -en algunas naciones- su encíclica sobre el “Desarrollo de los Pueblos” para “salvaguardar el buen nombre del Pontífice”.
Bien haría la Santa Sede y en Colombia todos nosotros en recordar a este que ha sido luz en tiempos de oscuridad.