El Sínodo sobre la familia
Al Papa Francisco le ha tocado vivir esa mezcla de importancia personal de aquel que ha llegado a lo alto y ha de ser admirado por todos pero también del que todos demandan soluciones, fórmulas mágicas, recetas, justicia, restablecimiento de honras perdidas y demás.
Viéndolo bien es una tarea imposible. Los frentes que ha atacado son evidentes. La pedofilia, la corrupción en el mundo financiero eclesial, el carrierismo, las mentiras evidentes y las verdades escondidas, el cada vez más difícil trabajo de creerle a un eclesiástico lo que dice porque uno puede llevarse sorpresas. Francisco mismo ha sido víctima de todo ello y de los disimulos que muestran la maestría de quienes conocen el libreto del “Hipocrites” y las formas del fingimiento.
El Vaticano es casi una tarea descomunal y moderna para un Hércules espiritual metido a reformador. Teresa de Jesús e Ignacio de Loyola lo han venido marcando. De seguro va a acertar en mucho y en mucho se ha de equivocar. Es su destino. Quienes lo conocimos de Padre Bergoglio y luego en las etapas siguientes de su vivir lo vemos como Pontífice y, entonces, es preciso creer en la “gracia de estado” y aceptar que el Espíritu lo asiste.
Sin duda uno de sus aciertos es haber citado el “Sínodo para la Familia”. Es el tema en todas partes; en la ONU, en los grandes centros de investigación; en las decisiones del Estado, en las aproximaciones a lo que significa la convivencia. Se trata de decidir sobre vida o muerte, sobre juventud y vejez, sobre las diferentes formas de organizarse afectivamente y dar cuenta social a lo que se produce con las diferentes tendencias de la organización social ya que sigue siendo cierto aquello que establece que la sociedad va moldeando la sociedad y que las virtudes y vicios que en ella se insertan serán los delitos a perseguir o las virtudes a premiar.
Sin duda habrá una parte teológica que ha dividido a los que están alrededor del Papa acerca de la comunión a los que -según el código eclesial- están en una situación difícil por lo equívoca.
Familia tradicional, padre, madre, hijos o las diferentes formas que han permitido solidaria convivencia en los momentos del conflicto y de la muerte; familia de parejas de hombres o de mujeres; todos los interrogantes de la procreación y las difíciles tareas de la convivencia.
Es claro que la Iglesia dirigida por Francisco no se moverá una pulgada de las enseñanzas tradicionales pero encontrará otras maneras de acercarse a la gente que sufre y es desafiada por los múltiples interrogantes familiares.
Y a propósito es cierto que el Sínodo es de obispos pero debería Francisco citar una segunda ronda de laicos casados, emproblemados, en situaciones irregulares que se saben entendidos por Dios pero mal tratados por sus ministros.
Francisco y el cardenal Kasper han de batirse con gente de clara inteligencia que opina diferente. No hay duda: el Sínodo será la noticia del siglo porque diseñará los rasgos fundamentales de una familia en época de globalización. Y descubriremos las grandes personas que desde sus testimonios nos hacen sentir el optimismo.