La mala paz
El mundo está entrando en una nueva era de violencia porque se agotó la política y su sustitución solo es posible a través de la política. Esa vieja sabiduría es la enunciada por Clausewitz cuando afirmaba que la política es la continuación de la guerra por otros caminos (vale también la inversión del pensar).
Si se analizan las guerras actuales, las ya superadas y las por venir todas tienen en su origen en una “mala paz”, lograda de cualquier manera y “pegada con babas”, como se dice en el ámbito callejero.
Hay quienes estudian agravantes y atenuantes a esa explosión de la violencia y llegan a conclusiones preocupantes. Se habla de diálogo pero con la esperanza de derrotar al interlocutor y de no ser posible la agresión se renueva. Se dice de Derechos Humanos pero si el sospechoso no confiesa con relativa facilidad se le tortura. Todos sabemos que hay opiniones -cuando de analizar conflictos se trata- que no las autoriza la “prudencia”. No se acepta ser “neutral” y ser “imparcial”. El detonante ha sido siempre cultural ya que adoptamos el odio como forma de ser “fieles” a nuestras creencias o prejuicios. Solo nos sirve la humillación del otro, su destrucción y su desaparición. Ha habido líderes que cargan sobre su “frágil conciencia” el haber aumentado la capacidad de odio de sus pueblos para conservar su vigencia, a sabiendas de que a ellos no los alcanzará jamás el dolor y tampoco a sus áulicos que desfilan por las ciudades con exceso de protecciones. Los “holocaustos” de hoy están registrados a diario en las víctimas en Ucrania, en Siria, en Gaza, en Libia, en plurales organizaciones tribales de África, en el Putumayo, en Nariño.
Colombia tiene la alternativa -hoy- de construir “una buena paz”. Todos hablamos de la luz al final del túnel. Sabemos ya que toda muerte es inútil y que cada víctima nueva empobrece a Colombia. Por ello los partidos -y en especial el conservador- deben ser “halonadores” de la paz y no su obstáculo y está bien que se exija estar en puestos de liderazgo si es para apoyar esa paz. Hay que superar las nostalgias electorales y dejarse de declaraciones que recuerdan lo no realizado cuando desde los ministerios y la burocracia no se hizo lo que se debía haber hecho. Esa paz comenzada por Betancur, animada por Pastrana y asumida y enriquecida en sus nuevos momentos por Santos requiere de lucidez y ha llegado el momento que ella sea plena.
El Papa Francisco está llamando a la reconciliación y al bien común desde la sensatez de un mundo llamado a sobrevivir en la solidaridad y en la convivencia.
Habrá momentos difíciles, es cierto. Pero la lealtad por la vida, la verdad, la justicia y la libertad son norma para quienes profesan los valores cristianos en la acción política. ¿Será cierto aquello de “perdónanos así como nosotros perdonamos”? ¡La perspectiva no es fácil!