GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 1 de Julio de 2014

La urgencia de perdonar

 

No importa cuántos milenios hayan pasado pero en lo básico la naturaleza humana sigue siendo la misma. Por eso la educación tiene elementos inmodificables que han de transmitirse de una generación a otra siempre preparando para la convivencia.

Sin embargo, eso no elimina lo que por naturaleza básica somos. Poniendo aparte “lo espiritual” “somos“ animales racionales “o“ animales con cierta tendencia a la racionalidad que no todos desarrollan”.

Es por ello que frente al perdón somos por “naturaleza” reacios ya que lo primero que aflora ante una ofensa por lo común es el deseo de venganza que llegó a expresarse culturalmente en la “deuda de sangre“, o en el distintivo tan generalizado de la era pre-cristiana  del “ojo por ojo, diente por diente“.

El mensaje de Jesús es un problema. Como todas las cosas difíciles es fácil de decir pero duro de practicar.

Eso del “amar a los enemigos” y todas las demás exigencias que consagra el Evangelio de Lucas en el capítulo 6 y Mateo en el  5 van a contracorriente de lo que muchos afirman es humano. Y eso que en esa síntesis del Evangelio que es el Padre Nuestro se le plantea a diario a Dios el negocio del “perdónanos nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” pero como de costumbre terminamos haciendo trampa o nos las damos de hábiles y capaces al final de “engañar a Dios” con la consabida triquiñuela de “yo le pongo la cara” como si eso sirviera de algo.

La política -subdesarrollada en términos de valores como la nuestra- se centra en la “venganza”. Hay jefes políticos que usan esos “bajos instintos” para agrupar el favor de la masa acudiendo al primitivismo de los frutos de la ira y respaldados por ciertos científicos sociales y propagandistas de medios que afirman con “ínfulas académicas” que solo grandes políticos logran sintonizar con la población y llaman sintonía a la capacidad de convocar y liderar lo más bajo de las pulsiones que hay en nosotros.

Ese tipo de liderazgo es fácil y solo quien carece de principios de humanidad y de valores logra hacerlo magistralmente puesto que basta convocar y alimentar lo peor de cada quien. Lo grave es que así no se construye humanidad y menos una sociedad estable; luego tan solo se cosecharán las tempestades que sembraron con sus malos vientos.

Ser convocados al perdón no es serlo ni al olvido ni a la impunidad sino en primer lugar es darle una oportunidad a la Política en mayúscula como creadora de la auténtica  convivencia.

Quien haya observado buena parte de la política colombiana en esta sociedad “cristiana” (no importa su denominación) parece estar pidiendo a gritos o la derogación de una parte del Evangelio o al menos su suspensión provisional mientras se acaba con sus enemigos. Y no hay que mentirse; ese anhelo identifica a muchos de los modernos escribas, fariseos  y aun a múltiples servidores de los templos.

guilloescobar@yahoo.com