La dificultad de perdonar
Hubo quien mandó a García Márquez en compañía de Castro al infierno cuando supo de la muerte del primero. De seguro debe ser de extrema derecha o de extrema izquierda quienes se apropian de las facultades de condenar. Sin embargo, dicen que es de extrema derecha y que ha sido nombrada congresista. Cristiana-católica no es y creo que tampoco cristiana a secas pues no se puede serlo odiando de esa manera y sobre todo destilando ese tipo de hiel cuando tantas gentes en el mundo se dolían y agradecían a Dios por la existencia del novelista que convocó tantos sentimientos e ideas con los que se podía estar o no de acuerdo; pero para acudir a ese privilegio propio de la libertad es preciso “pensar”, cosa que la maledicente no parece aún conocer.
¿Habrá que suprimir del Evangelio eso de “amad a vuestros enemigos y hacer el bien a quienes nos persiguen y odian?”. Esta situación debe ser considerada pues se ha puesto al descubierto que hay cristianos que odian y no lo disimulan y otros que consideran que el perdón solo puede ser una opción secundaria después de haber aplicado aquello de la Ley del Talión que se enuncia como “ojo por ojo y diente por diente” o lo que es igual a decir que sobre el enemigo hay que ejercer venganza y luego sí darle una oportunidad al perdón.
Pero lo cristiano es primero perdonar y luego habilitarle caminos a la justicia. De otra manera estamos perdidos como nación.
La política y la larga guerra padecida y consentida, alimentadas por líderes que solamente han enseñado a odiar, por maestros que no enseñan la convivencia son un obstáculo para alcanzar siquiera a vislumbrar un poco de lo que puede llegar a ser la paz.
Para odiar se necesita no creer en Dios. Por lo general quien cree en Él invoca siempre su paciencia, su comprensión y su perdón. Me imagino que alguna vez la señora de marras ha rezado aquello del “perdónanos como nosotros perdonamos” y sería bueno que se lo tomara en serio.
Por eso es bueno meditar abandonando la “actitud de la lora” en qué significa perdonar. Hay un proceso que es preciso cumplir y quienes de esto saben el primer paso consiste en renunciar a la venganza. (En estos días una mujer humilde que perdió a su hijo afirmó espontáneamente que perdonaba al asesino y una madre musulmana directamente en el patíbulo perdonaba a quien dio muerte al suyo; ninguna de las dos era graduada, especializada, educada finamente sino dueñas las dos de esa sabiduría profundamente humana de quienes obtendrán misericordia por haberla ejercido con sus semejantes).
En segundo lugar habrá que pedir a quienes corresponda en la formación de la opinión pública de no profundizar resentimientos y en tercer lugar insistir en que perdonar no elimina el derecho a que se haga justicia. Recordar cómo Juan Pablo II visitó a su agresor en la cárcel quedando ambos en paz en el corazón aunque la pena ante la sociedad se cumplió plenamente.