GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 4 de Marzo de 2014

El teatro de marionetas

 

Quizá  de los espectáculos más hermosos del pequeño teatro sea aquel de las Marionetas y de los Títeres que congregan a gentes que realmente saben del arte de las representaciones. Famosos son en muchas partes del mundo los teatritos que congregan a niños, jóvenes, adultos y ancianos para divertirse y aprender sobre el vivir y el pensar. En efecto “marioneta” es palabra que en sus inicios denotaba al Cura que enseñaba la doctrina a través de los muñecos.

Grandes de la literatura han escrito obras para ser representadas en “la marioneta”. Goethe fue uno de ellos y aun el gran músico Haydn -aquel que utilizaba el golpe del gran tambor para despertar al príncipe que dormía en los conciertos- escribió música para “teatritos de títeres”.

En la calle, en cualquier parte, se montaba la representación. En la vieja historia consta que aun Aristóteles daba consejos para que halando el hilo adecuado el muñeco actuase bien. En el Gianicolo pude observar la gran popularidad -lo mismo que en Sicilia- del teatrino político. La voz chillona del promesero de campaña que se asomaba a la política por primera vez y ausente de ideas afirmaba que “ahora sí”  con él las cosas cambiarían o la voz ronca casi de ultratumba de aquellos “ya consagrados” que se pavoneaban en el pequeño escenario convencidos de que eran sus dueños y repetían monótonamente  lo mismo de siempre. Gustaba mucho al final cuando se simulaba una tormenta que los dejaba a todos tendidos en el escenario gimiendo y se escuchaba una voz que decía “la paciencia del pueblo tiene límites”.

Los títeres  -por lo común- no requieren andamiaje y quien los manipula no se oculta. Se sabe desde el principio que son manejados y que nada les es propio y nadie hace el esfuerzo de montar el teatrino  y disimular un poco pero por lo común conducen a la risa y la gente entiende que aunque representen algo serio nunca hay que creerles.

Capítulo aparte lo constituye el “muñeco del ventrílocuo” que junto a su patrón dice aquello que el patrón jamás se atrevería a decir. Y el capítulo final en el arte es  “el charlatán” y el “fantoche” que no requieren de vestimenta alguna, y a quienes no se les nota la mano de la manipulación ni los hilos del manejo pero que tienen de tal manera aprendido su papel que congregan a su alrededor muchos que escuchan y es posible que sean escuchados por algunos que luego no sabrán repetir ni datos ni argumentos.

Hablando de campañas políticas  -fuera del dolor que produce oír solo por la vía de la excepción algo centrado en el bien común y en el bienestar de la Nación-se cierran los ojos  y se ven y escuchan las verdaderas fuerzas que mueven los hilos, han escrito los textos y se captan los mensajes de unos sectores que no quieren el cambio que los cambie.

Piénselo bien. El teatro de marionetas sigue siendo exitoso.

guilloescobar@yahoo.com