SAGITARIO
Heródoto
Se enfrentará The Histories (The Penguin Classics, Baltimore, 1959) del citado historiador griego, previo trabajo cumplido y expuesto en esta columna: releer El Asombro de Heródoto (Brugera, Barcelona, 1975) de Werner Keller, donde se recuerda la siguiente anécdota de la antigua Grecia: un dictador joven, preocupado por la supervivencia, pregunta a un colega anciano, a través de mensajero, cómo ha sobrevivido; el viejo gobernante conduce a su interlocutor a un campo de trigo, le conversa de diversos asuntos y, en vueltas sucesivas, corta las espigas más altas y lo despide. El jerarca debutante interroga a su funcionario quien manifiesta que no obtuvo respuesta alguna; sin embargo, el mensaje se entendió: quien se destaque debía eliminarse. No se inquiere la validez de la tesis y solo resta señalar, a quien no lo conozca, que Werner Keller es autor de una obra interesante: Y la Biblia Tenía Razón (Ediciones Omega, Barcelona, 1968) donde se prueba que determinados hechos tuvieron lugar. No hay precisión sobre el nacimiento y fallecimiento de Heródoto y las fechas respectivas tal vez sean 485 y 425 antes de Cristo, en Halicarnaso (Asia Menor) hoy Bodrum (Turquía), y Tirio, Italia, colonia ateniense, en su orden; su familia era distinguida, tuvo conflictos con el dictador de su lugar de origen y Pericles y Sófocles estuvieron entre sus amistades. Se le denominó padre de la historia, geografía y etnografía; su máximo interés estuvo en las guerras médicas y no es de extrañar su entendimiento de las personalidades persas. Viajero incansable, escribió en dialecto jónico, no dominó idiomas extranjeros y acudió a traductores. El Asia Menor fue parte integral del mundo griego; son amplias sus menciones a Egipto, Escitia (hoy Rusia), Persia, Etiopía, Cartago y Fenicia, Arabia, etruscos, Babilonia, India y se refiere a numerosos pueblos seguramente desaparecidos. Despertó dudas entre sus contemporáneos entendibles por el aislamiento griego y señalar animales y hechos fantásticos al lado de los verdaderos; Keller distingue lo correcto de lo errado y deja claro su criterio: Heródoto acierta cuando él es la fuente y puede equivocarse cuando no lo es. Veamos: los griegos se enteran de la existencia de camellos, cocodrilos e hipopótamos y se les habla, también, del ave fénix, serpientes con alas y asnos con astas. En fin, su credibilidad aumenta al clarificarse la historia con el paso del tiempo.