Ampliación
Continúa el estudio de Por qué fracasan las Naciones. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza (Deusto, Bogotá, 2013), de Daron Acemoglu y James A. Robinson; se citaron, en ocasión anterior, conceptos de personalidades académicas, Premios Nobel de Economía en particular, y alguno de ellos pronosticó vigencia similar, en el largo plazo, a la de La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith. Se expuso, en definiciones, lo entendido por instituciones políticas y económicas y falta referirse a opiniones que han llamado la atención; sin embargo, antes de iniciar tal sección, se sugiere el examen del análisis del desarrollo colombiano, a partir de la conquista y la Colonia, realizado bajo el modelo y responsabilidad de Acemoglu y Robinson, al que se vincularía un grupo asesor de estudiosos nacionales. Algunos de los resultados serían la realización de comparaciones internacionales y la identificación exhaustiva de las causas del atraso de nuestro país.
Los autores mencionados ponen énfasis en la noción de “destrucción creativa” (“creadora” para otros) originada, según se entiende, en Joseph Alois Schumpeter y despierta curiosidad el olvido del economista austríaco; éste, al lado de John Maynard Keynes y John Kenneth Galbraith, forman la trilogía preferida por quien escribe. Si la innovación es necesaria para el progreso económico y hubo obstáculos invencibles al proceso en Turquía, Austria-Hungría y Rusia ¿arribaron estos países con desventaja tecnológica a la primera Guerra Mundial? Y dos de ellos fueron socios de Alemania.
Acemoglu y Robinson respaldan lo inconveniente del colonialismo europeo en la evolución económica de las naciones sometidas y no cuesta mayor trabajo aceptar dicha tesis; es interesante anotar que agregan un socio maligno: el imperio turco con su efecto en los Balcanes y los países árabes. Sostienen que la revolución industrial no ha llegado a determinados lugares, africanos por ejemplo, y puede pensarse que hay desviación respecto del modelo inglés en Colombia: abandono del transporte fluvial y por ferrocarril, pérdida del relieve industrial e innovación reducida según se deduce de la escasez de patentes.
Se tropezó con un término no escuchado en décadas: los “burgos podridos” al referirse al caso inglés; eran localidades que habían perdido población pero mantenían representación alta en el Parlamento. Véase William Pitt (Editorial Nova, Buenos Aires, 1945) de Jacques Chastenet; se trata de un primer ministro adversario de Napoleón Bonaparte.