Titanes
Se recomienda la lectura de Titanes de la HIstoria (Crítica, Barcelona, 2012) de Simón Sebag Montefiore (autor principal), John Bew, Martín Frampton, Dan Jones y Claudia Renton. El criterio de escogencia de los personajes es sencillo: su aporte a la formación del mundo de hoy y el panorama aumenta al recordar que el pasado participa en la concreción del presente y que éste ayuda en la definición del futuro.
Llama la atención la exclusión de historiadores; puede que no sean creadores del mundo actual pero colaboran en su entendimiento y racionalización y, en tal sentido, luce valioso, por ejemplo, el papel de Arnold Toynbee y no se puede olvidar a Polibio, Tucídides y Jenofonte por mencionar algunos; Heródoto es el único citado. Por el contrario, sí ha existido claridad con novelistas, caso Charles Dickens, cuyos méritos se divulgan en relación con la Inglaterra de su época e inclusive Lord Byron presentado como el más notable de los poetas de lengua inglesa. Aparece, también, William Shakespeare y vienen a la memoria Ricardo III, las obras llevadas al cine por Orson Welles y sir Laurence Olivier y el Rey Lear; complació la inclusión de Oscar Wilde con La Balada de la Cárcerl de Reading y De Profundis. Agradó, asimismo, la mención a los Dumas, padre e hijo, y a sus textos como Los Tres Mosqueteros.
La obra comentada empieza con Ramsés II para muchos el Faraón relacionado con Moisés, el Éxodo, las diez plagas de Egipto, la batalla de Qadesh contra los hititas y no Kadesh, como se la conocía, y hay algún consenso en mirarlo como el más importante de los monarcas del referido país; el acontecimiento bélico referido condujo a la revisión de los correspondientes apartes en Historia del Arte de la Guerra (Aguilar, Madrid, 1969), sin mirar en muchos años, del mariscal Bernard Law Montgomery, vizconde de El Alamein y uno de los máximos jefes militares de la segunda Guerra Mundial. Ramsés II enseñó a la humanidad, desde el siglo XIII A. C., que había triunfado en la contienda citada; sin embargo, el descubrimiento de las bibliotecas hititas, en el siglo XIX D.C., informó que así no fueron los sucesos y Montgomery concluyó que el resultado fue un empate culminado con el primer tratado de paz firmado en la historia. Hay más relatos pendientes.