Avanzar
Ha avanzado el análisis de Guerras Justas e Injustas (Goyanarte Editor, 1980), de Michael Walzer, en relación con sus aspectos generales para avanzar pronto hacia ángulos particulares. La guerra justa es limitada al no enfocarse contra los pueblos, sino los gobiernos, lo cual fue evidente durante la segunda Guerra Mundial: el objetivo básico de los aliados fue el cese del régimen de Hitler; sin embargo, esta finalidad puede no cumplirse en el 100 por ciento al considerar, por ejemplo, el bombardeo inglés: dadas su duración e intensidad ¿se buscaría, también, demoler la voluntad de lucha de los alemanes? De todas maneras, es elogiable el siguiente resultado: las naciones vencidas (Alemania, Japón e Italia) se encuentran, en política internacional, al lado de las vencedoras: Estados Unidos, Reino Unido y Francia.
Se logró un gran propósito: no sembrar odios permanentes generadores de represalias y conflictos futuros y pese al discutible, según Walzer, despliegue atómico sobre el Japón. Un factor explicativo y determinante puede ser la convicción universal de lo monstruoso del sistema de Hitler, por ejemplo, a través de los campos de concentración y personajes como Himmler.
La guerra total es aquella sin límites, o sea, con brutalidad, exterminio y su forma más antigua es el sitio o asedio en que pueden morir más civiles que combatientes; es condenable la muerte de los primeros (no combatientes) y es bien visto que se les permita la evacuación y se prefieren los bombardeos de precisión o de baja altura, aunque el riesgo de ser derribados los aviones aumenta. Suele observarse la escalada. Se reprocha, también, la violación de mujeres muy notable en la invasión de Alemania por los rusos al final de la segunda Guerra Mundial.
Una regla es la proporcionalidad respecto a los bombardeos a Pearl Harbor y Tokio a cargo del Japón y EE.UU. respectivamente; los objetivos fueron militares en el primer ejemplo y se desbordaron, con amplitud, en el segundo. Otra norma se denomina del doble efecto y busca compatibilizar la agresión “a los no combatientes con la conducción legítima de la actividad militar”. Las muertes se permiten bajo cuatro condiciones: acto bélico legítimo, efecto directo moralmente aceptable, buena intención del actor y el efecto positivo compense al perjudicial. No se puede aplicar todo lo que parezca necesario para ganar guerras. Agredir primero es condenable.