Gratitud por la enfermedad | El Nuevo Siglo
Viernes, 5 de Abril de 2024

¿Cuál sería la razón para dar gracias por estar enfermos? Aparentemente, ninguna. Sin embargo, agradecer es fundamental para que sanemos.

Dar gracias por una situación en la que nuestros estados de salud están a la baja, temporal o permanentemente no es lo usual, pues hemos aprendido a hacerlo por lo que nos gusta y no por lo que nos incomoda. Somos gratos cuando el día está bonito, así como por todo aquello que rotulamos como bueno, en contraposición a lo que consideramos malo, como cuando el día está feo, todo lo cual es subjetivo.  

Tenemos la posibilidad de aprender a integrar todas nuestras experiencias, para no quedarnos en la dualidad de lo bonito y lo feo. El paradigma en el que por lo general nos movemos en la cotidianidad no lo explica todo: existen otras aproximaciones a la vida, desde las cuales es posible transitar de una mirada fragmentada de la existencia a una completa, íntegra. Los procesos de salud-enfermedad son una totalidad llena de sentidos, que estamos llamados a reconocer. Sí, la enfermedad encierra significados vitales, que nos perdemos si luchamos contra ella.

Al agradecer lo que identificamos como bueno tenemos una sensación de expansión: temporalmente la felicidad nos inunda el corazón, que impulsa más sangre hacia nuestra cabeza erguida y nuestros brazos extendidos, lo que nos conduce a una apertura a vivencias gratificantes.  Al contrario, la tristeza nos lleva a bajar la cabeza y sentir pesadez en las piernas, lo que dificulta el movimiento. Sí, nos retraemos, lo que nos produce estrés: todas nuestras células se estresan en períodos de enfermedad. 

Cuando a todo ello sumamos quejas o ira, por demás legítimas, generamos mayor estrés y postergaremos la recuperación del estado de armonía en nuestro cuerpo.  ¡Claro que podemos expresar nuestro dolor y nuestra rabia, pues hacen parte de nuestra totalidad! Lo importante es tramitar todas nuestras emociones, para no quedarnos enganchados en ellas, eternamente, la rueda emocional del hámster. 

En la medida en que ampliamos nuestra consciencia podemos agradecer por la enfermedad. Al hacerlo enviamos un mensaje de alivio a nuestras células enfermas. Nuestras enfermedades pueden ser aliadas que nos permiten aprender aquello que en estados de salud no hemos podido. Por ejemplo, la parálisis nos puede evidenciar la necesidad de dejar de hacer lo que estamos haciendo. Desde el asma podemos conectarnos con la fuerza de la vida, que fluye a cada instante.

El agradecimiento por la enfermedad abre puertas de aprendizajes y comprensión. Podemos reconocer el flujo de la vida, con lo que nos gusta y lo que no. Podemos identificar emociones que necesitamos superar, como odios o resentimientos. Podemos, finalmente, ocupar nuestro lugar. Demos gracias para aprender y sanar.

@eduardvarmont