Más allá de ‘ojalás’
“La prosperidad se escribe fundamentalmente con esa’P’ de la paz” dijo Fernando Carrillo, ministro del Interior. El presidente Santos declaró que él sueña con una Colombia en paz, pero advirtió: “La llave de la paz está en mi bolsillo, y no permitiremos que nadie juegue con ella”.
Hasta ahora, ni los ataques de Álvaro Uribe, ni el escepticismo que él y Alfredo Rangel ostentan cada vez que abren la boca o le arrancan plumas al Twitter, han logrado desfondar el bolsillo presidencial, ni cambiar el anhelo de paz por anhelo de guerra.
18 de octubre de 2012: puede ser un día histórico. Ya veremos.
Simultáneamente, Juan Lozano lanza el portal “ojala.com.co”. Allí, según explicó el senador, se utiliza la modalidad del siglo XXI, como preparación legislativa y control político a los diálogos.
Pero el tema va mucho más allá de ojalás. Elojalá tiene una connotación de algo que está más en las manos del destino, que en las de los humanos. Ojalá pare el invierno, ojalá el huracán se desvíe, ojalá el epicentro del terremoto no hubiera estado en…
Este proceso que continúa en Hurdal lo que Santos lleva preparando casi un año, no es de ojalás; ni siquiera obedece exclusivamente a la habilidad negociadora de los delegados del Gobierno. El tema depende de qué tan sensatas serán las Farc, y cuánto y cómo estará dispuesta a ceder la sociedad colombiana.
No dependerá del efecto de discursos populistas, ni de sacar a orear odios arcaicos, sino de asumir compromisos y realidades: Si las Farc se bajan del aterrador y lucrativo megabús del narcotráfico; si no toman -como en la instalación de los diálogos- cada micrófono, para hacer su injustificable apología; si están preparadas para aceptar que ningún oficio que desempeñen les generará los cinco mil millones de dólares que están acostumbrados a recibir por concepto de extorsiones a las multinacionales; si dejan en libertad a los civiles que Pais Libre sabe que tienen secuestrados, pero las Farc lo niegan. Si la mayoría de colombianos que dice respaldar el proceso de paz está dispuesta, ya no a pintar palomitas blancas, sino a sentar en su oficina a un desmovilizado; a tolerar que Iván Márquez, Rodrigo Granda o Timochenko estén en un tarjetón electoral. Depende de decisiones profundas, que van a tocar convicciones íntimas y crónicamente irrenunciables; van a desempolvar lecciones aprendidas y olvidadas; muertos recientes y antiguos; principios jurídicos nacionales e internacionales que tendrían que modificarse.
Cinco etapas, todo a su tiempo. Que nadie entierre el proceso cuando suene el próximo disparo de las Farc; sabemos -aun cuando nos duela- que el cese el fuego va en la tercera etapa, no en la primera.
Los Logros con mayúscula, pueden partir de un acuerdo; pero sólo se vuelven reales, cuando se convierten en una premisa interior de la conciencia y la vida, de quienes tienen en sus manos el sentir y el actuar cotidiano.
Hurdal está muy cerca de Oslo... No sé qué tan cerca esté la paz, de la realidad colombiana, pero a pesar de tantas cosas en contra, quiero pensar que está menos lejos que antes.