PUERTO LIBERTAD
Aquí no hay cuento ajeno
HACE tres días el New Herald publicó una columna precisa, urgente y positiva, escrita por Diana Pardo; todo lo que plantea es sensato y pertinente para el momento que estamos viviendo y para el futuro inmediato.
Como colombiana sentipensante, considero mi responsabilidad comprometerme desde el Puerto Libertad de hoy, a adoptar y generar el espaciomoral y político (en el buen sentido de la palabra) que permita aprender y multiplicar contenidos ciertos, genuinos y estructurados, sobre lo que está pasando y lo que puede o debe pasar, con los acuerdos de paz.
El terreno más permeable alos saboteadores de la paz es una Colombia desinformada. En unpaís ambiguo, despistado o con una ignorancia teledirigida, cualquier chispa de oposición prende con garbo, porque el chip de la crítica infundada es algo que fácilmente se inserta en la capacidad de respuesta de quienes no tienen respuestas propias a las preguntas claves que se haría un país consciente.
Palabras dela columnistaPardo:“Es indispensable que los colombianos en todas las regiones conozcan los acuerdos y su responsabilidad en la implementación de los mismos. Tener una estrategia de comunicación sólida contribuirá a que haya mayor confianza hacia el proceso y los ciudadanos se apoderen de la construcción de una paz sostenible”.
Estos días he tenido la oportunidad de visitar distintas zonas del país, y al regresar de cada región, me acompaña una misma certeza: Colombia está llena de gente buena, trabajadora y solidaria que ha comprendido a fuerza de golpes de la vida, de intuición, altruismo o reflexión, que la paz ni es imposible ni es un cuento ajeno. Y que esa paz históricamente esquiva, necesita –para convertirse en realidad- llevar de la mano la generación de una inclusión verosímil y estable. Y en eso están (estamos) trabajando.
Somos un país tan loco-tan loco-que a demasiada gente le da más miedo la paz que la guerra. La guerra se ha convertido en la zona de confort de quienes necesitan el protagonismo de la violencia para oxigenar sus pulmones; le temen a la paz como si se tratara de un viaje en flota, a Saturno; le temen porque les representa la expropiación de ese manual de convivencia (o conmorencia) hechizo y amañado, que los ha regido desde siempre; un manual en el que vengary juzgar, más que verbos son hábitos. (Léase por hábitos, costras y telerañas que ocultan la realidad, como sombras de miedo y egoísmo).
Me uno a Diana Pardo, para resaltar la necesidad de una “narrativa de la paz”, en la que nadie se quede por fuera; una narrativa cierta, con los cimientos levantados sobre la verdad de los hechos, y no sobre mitos perversamente inventados. Una narrativa que deje en claro la responsabilidad colectiva,y la oportunidad de convertir el proceso de paz en una opción de vida ydesarrollo; no en ese caos de impunidad que pintan los detractores desde las celdas de su interesada angustia.
Me uno a todo lo que signifique generación de paz, porque no vislumbro peor fracaso, peor escenario, que el de perpetuar la violencia.