Gloria Arias Nieto | El Nuevo Siglo
Viernes, 20 de Marzo de 2015

PUERTO LIBERTAD

Ya no vale la pena

Difícil recordar un alcalde menos gestor, que Petro; planeación y gerencia, son dos términos que le resultan ajenos; sus delirios de grandeza, no se compadecen con la pequeñez de sus resultados en temas esenciales para una ciudad; su habilidad principal parece haberse concentrado en avivar resentimientos y echarles disolvente a los equipos de trabajo. Y -además- nos trata como si todos nos hubiéramos caído del zarzo del Empire State.

Pero a pesar de todo, no tendría sentido pagar $ 40.000 millones que no tenemos, para -en el mejor escenario- ahorrarnos seis meses de su alcaldía.

La salida de Petro valía la pena cuando aún quedaba de este período actual, un tiempo útil para evitar la debacle; cuando firmamos; cuando el show del balcón giratorio y la lágrima veintejuliera; cuando  la Bacatá de 4 patas posó en cuanta revista de veterinaria política y farándula canina se imprime en Colombia.

Entonces sí habría valido la pena. Nos habríamos ahorrado muchos cráteres callejeros, gastritis colectivas y discursos ramplones; se habrían ejecutado partidas presupuestales, y no paciencias ciudadanas.

Eso sí,  habrían bajado las ventas del “Nervocalm” que toma el papá de Mafalda, y los kilométricos con los que firman las posesiones,  los efímeros secretarios distritales. Y como para todos -menos para Petro- la inseguridad es una realidad evidente y no una percepción de señoras histéricas, también habría bajado el consumo de rejas, candados, alarmas, sprays lacrimógenos de bolsillo, y clases de karate no tan kid.

Pero como la canción, “ya para qué, ya que más da, puedes hacer tu voluntad…”. Y no solo por la plata, sino por el desgaste que implicaría resucitar la revocatoria.

Ahora es mucho más importante pensar en el próximo habitante de la casa Liévano, que en el energúmeno que cada vez que se coloca digno, con voz trémula les dice a los oligarcas insensibles, ¡“revóquemen”!  Ya, dejémoslo que se vaya por sus propios medios, el 31 de diciembre, con su Bacatá y los tacones, con sus chaquetas blancas de mangas flotantes,  sus cachuchas de acordeonero tropical, y ese insoportable aire de gratuita suficiencia.

Nos corresponde a los bogotanos concentrarnos en aprender como mínimo, un vocabulario político para dumis electores. Al llegar a las urnas de octubre, ya debemos saber con precisión las diferencias entre humanismo y populismo; entre tecnocracia, tercocracia y democracia; entre alcalde, humorista y caudillo; entre verdad y descreste.

Seguir por el camino de las últimas tres equivocaciones -digo- de las últimas tres elecciones, sería ahondar aún más el desastre (sí, ‘toda situación es susceptible de empeorarse’).

Bogotá no resiste que la desgobiernen más embustes, ni más demagogias, ni más saqueadores de arcas y confianzas. Ni siquiera resistiría un(a) alcalde(sa) inteligente y respetable, que careciera  de herramientas gerenciales, y de una hoja de vida con más aportes al desarrollo palpable, que a unos idearios partidistas.

La platica del Petro-éxodo anticipado, nos la podemos ahorrar; soportemos con estoicismo, yoga o agüita de tilo, estos 286 días (411.840 segundos de paciencia), y comprometámonos a votar por Bogotá; no a botar a Bogotá, en un abismo sin retorno.

ariasgloria@hotmail.com