Gloria Arias Nieto | El Nuevo Siglo
Viernes, 15 de Abril de 2016

PUERTO LIBERTAD

El Proust de mi mamá

 

DICEN  que todo niño al nacer trae un pan bajo el brazo; así, casi todos los humanos al crecer llevamos uno o varios autores, pintores, músicos o  filósofos, instalados en al menos una de  las cuatro cavidades del corazón. Y como un mismo artista no podría habitar simultáneamente millones de personas, la naturaleza y la imaginación -en su infinita y sabia rebeldía-  han permitido que cada quien tenga su propia interpretación de los genios; como Sinatra, a su manera.

Quizá por eso no acostumbro seguir  los guías en las salas de exposición; admiro el Guernica "oficial" expuesto en elReina Sofía; pero amo el mío, el íntimo y propio que construí en las clases de arte con mi mamá; el que anclé en el alma, cuando de la mano de un hombre prodigioso, conocí Guernica -el pueblo- y el roble de la Casa de Juntas; en su entrañable museo, entre el blanco y negro de las paredes la complicidad de una luz tenue y reflexiva, sentí la nube sombría, el incienso fúnebre del bombardeo.

El estudio de Rembrandt en Amsterdam, la máquina de escribir deFidel Cano en Fidelena, o un concierto de Mozart en Salzburgo, no son estrictamente ni lo que son ni lo que cuentan de ellos. Son la apropiación que cada uno hace,según lo que  lleve en esa franja inclonable,armada entre el disco duro y  la mirada dúctil.

Por eso no me suena extraño decir que el miércoles, más que al lanzamiento de un libro,  asistí a la presentación del Marcel Proust, de Gloria Nieto.

El Proust que habla de “la inútil belleza de la luz”, y del náufrago “a quien pareció aproximarse un barco, que desapareció luego sin haberse detenido”.

Un Proust más poeta que novelista; un hombre hecho más de tormenta, memoria y aroma, que de los genes del médico Adrien y la alsaciana Jeanne Clemence.

El Proust de Gloria Nieto lleva décadas cocinándose en su escritorio, entre magdalenas, insomnios y grabaciones; entre lecturas en francés, imágenes y equipajes que nunca terminará de desempacar,porque los viajes por la literatura y los sueños no tienen borde, ni fecha de caducidad; y ¡ni se esfuercen en buscarlo!: no existe pasaje capaz de devolver el viajero a su realidad original.

Gloria nació cinco años después de la muerte de Proust; pero  como el autor no ha sido el único interesado en buscar el tiempo perdido, tengo la imagen de ellos dos caminando por una larga conversación en silencio, sin miedo a palpar la nostalgia, sin temor a recordar paralelamente distintas ausencias, que quizá ambos escribieron o vivieron “en el misterio de un valle perfecto y profundo”.

Creo que un invisible hilo conductor ha unido desde siempre Villa Adelaida con Auteuil, lugares donde respectivamente nacieron Gloria Nieto y Marcel Proust.

El libro de Gloria, “Metáforas y otras imágenes”, es la mejor demostración de la existencia de ese hilo; tan ingrávido como la sustancia de la que están hechos los recuerdos, y tan fuerte como esas corrientes insurgentes e impredecibles, que atraviesan el mar. El mar, y la vida.

ariasgloria@hotmail.com