PUERTO LIBERTAD
Seamos sensatos
LUEGO de los últimos acontecimientos, el cafecito en “Casa Serpa” se evaporará en los pocillos de una lejanísima concordia inter-presidencial. ¡Lástima!
Esta peleadera entre los seguidores de dos de los hombres más importantes de Colombia, no es buen ejemplo para nadie.
Difícil pedirle a la gente que desarme los espíritus, pase la página y aprenda a convivir, cuando los mismos dirigentes se agreden, se desprestigian e incitan a desconocer leyes e instituciones.
La oposición invitando a la rebelión; la Corte en su peor momento de descrédito; la paloma de la paz, herida por el tour armado en la Guajira; y la Paloma del Senado, enardecida y desproporcionada, no son el mejor preámbulo para una conciliación nacional.
Las encuestas dejan a todos mal parados: al presidente, a la justicia, la policía, las Farc, la fiscalía… a la esperanza de paz. No guío mi vida por el oráculo de Mr. Gallup, pero preocupan las respuestas publicadas el miércoles. Uno puede resolver que “al caído caerle”, y arrancarle a Santos los pocos prestigios que le quedan; o decidir respaldarlo, pensando que más allá de cualquier consideración personal, perder esta opción de paz concertada sería un suicidio social imperdonable. Me apunto a la segunda opción, y le pido prestado al genial Carlos Duque este concepto: “Lo que miden las encuestas no es el pesimismo: es el miedo”:
Ante la imagen de un puñado de representantes del Centro Democrático marchando letrerito en mano para pedir la renuncia de Santos, pregunto: ¿A alguien sensato puede caberle en la cabeza que la detención de Santiago Uribe haya sido ordenada por el Juan Pa’ que nos gobierna?
A medio país puede parecerle desacertado el desempeño de Santos, pero nadie puede pensar que todas las neuronas presidenciales se fueron de vacaciones. Todas, al mismo tiempo.
En pocas circunstancias le resultaría al Presidente, tan inoportuno y nefasto como ahora, profundizar las divisiones entre él y Uribe. Si el plebiscito fuera mañana, tres gatos votaríamos afirmativamente. El proceso tambalea hoy más que nunca, por cuenta del desafuero armado en La Guajira y por la ira que ha desatado en el Centro Democrático la detención de Santiago Uribe.
El Fiscal es espantoso, de acuerdo; pero de ahí a afirmar que ordenó la detención del Uribe menor para darle gusto a Santos, pues suena bastante descabellado.
El presidente necesita sumar acuerdos, conciliar voluntades, todo lo opuesto a dividir y despertar más odios de los que ya tiene encima.
Seamos sensatos. A Uribe menor lo detuvieron por una investigación que lleva años cocinándose; el tema de los 12 apóstoles, sus actividades y probables orígenes, no son invento ni de Santos ni de Montealegre. Pertenecen a un vergonzoso capítulo llamado paramilitarismo, por el cual el mencionado señor tendrá que ser investigado, acusado y defendido, con un resultado que no nos corresponde anticipar.
No tiendo a pensar en conspiraciones porque le temo a la especulación. Pero si a alguien perjudica extremadamente esta detención, es a Juan Manuel Santos. A Santos, y al proceso de paz. Concluyan ustedes si tiene lógica pensar que todo este rollo haya sido dispuesto por el principal damnificado.