PUERTO LIBERTAD
El intensivista
En el Puerto del 30 de enero, escribí: “En lo humano y en lo profesional, él (Rafael Pardo) me genera algo tan vital como difícil de encontrar y construir: confianza”.
Ocho meses después, eso no ha cambiado. Sin embargo, mi intención de voto sí cambió, y voy a explicar por qué.
Me molesta que la situación de Bogotá sea tan crítica, que me haya llevado a elegir no el candidato que más me convence como persona, sino el que más me convence como urbanista y ejecutor de políticas ciudadanas. Estoy así privilegiando la acción sobre la esencia, y eso ni me emociona ni es mi estilo. Pero a situaciones críticas, decisiones ídem.
A estas alturas del desgreño administrativo, no basta una cánula de oxígeno: necesitamos reanimación cardiopulmonar; terapia crítica en la que es experto alguien que no estaba en el ruedo cuando escribí el Puerto de enero: Enrique Peñalosa.
Bogotá está ocho meses más lesionada que entonces, y luego de tres administraciones caracterizadas (secuencialmente) por ineficiencias, corrupción, ídolos de barro, improvisaciones y populismo, si en el directorio hay un intensivista, pues hay que acudir a él.
Votaré por Peñalosa con más sensatez que empatía; con algo de remordimiento por no mantenerme fiel a lo que Pardo representa, pero con la tranquilidad de estar votando por alguien que tiene más que asimilada la curva de aprendizaje, y que trae en el disco duro suficiente información y formación para empezar a gobernar el 1º de enero del 2016.
Hemos visto un Peñalosa firme y sin temor a poner los dedos en las llagas de las recientes administraciones, incluida la catastrófica actual. Eso me gusta. Si bien no hay que odiar a nadie, ni sacarle los ojos ni al inepto ni al ladrón, uno agradece firmeza y tenacidad para criticar lo criticable y denunciar lo denunciable. Eso lo he visto en Peñalosa, y lo aplaudo.
El cuasiparaíso que promete para ocho millones de habitantes es prácticamente imposible de cumplir, pero aun si hiciera sólo la mitad de lo que anuncia, los bogotanos quedaríamos razonablemente felices.
Hubiera querido oírle al intensivista respuestas más profundas sobre el papel de Bogotá en el post-acuerdo con las Farc.
Claro que los parques, malecones y bicicletas, favorecen la inclusión en términos generales. Pero cultural y fácticamente, el tema post-Cuba va mucho más allá, y le ruego que lo asuma en su justa dimensión. En mi balance, no hacerlo (ningún candidato lo ha hecho con suficiente seriedad) resta puntos importantes.
Ahora, en la columna del “haber”, Peñalosa significa solidez como urbanista, dominio en temas de movilidad, espacio público y educación, y me gusta su posición contundente frente al microtráfico.
Dicho todo esto, perdón Pardo, usted me encanta; pero paciente en estado crítico, necesita intensivista, y votaré por Peñalosa.
Antes de terminar: lástima que Raisbeck no se hubiera lanzado para el Concejo; parece repilo, y le habría ido bien. Pero era demasiado ambicioso pretender escalar de una, el Everest bogotano. Como dicen con tierno puchero en la Voz Kids: ‘persevera, nunca dejes de soñar, y te esperamos el año entrante’.
Frente a los otros candidatos, el silencio es más elocuente.