Gloria Arias Nieto | El Nuevo Siglo
Viernes, 31 de Julio de 2015

¿”Lógico honrar al protagonista de orgías y borracheras?”

PUERTO LIBERTAD

Autopista Sur, Kilómetro 4, Bogotá

 

DEBERÍAMOS  preguntarnos  para qué y por qué el Congreso de la República de Colombia debería honrar a Diomedes Díaz.

A usted y a mí nos pueden encantar o fastidiar los grafitis y los aeropuertos, el Bolero de Ravel o los corazones de alcachofa, y eso a nadie le importa.

Allá nosotros con nuestros versos perdidos y nuestros besos encontrados. Allá nuestros fantasmas, abrigos y naufragios, que solo a nosotros perturban o emocionan.

Pero cuando  se habla o actúa en nombre del colectivo público que hace las leyes de un país, el cuento adquiere otras dimensiones.

¿Es lógico un proyecto de ley que honre al protagonista de orgías, sobredosis y borracheras? Un hombre que solo se arrepentía de no haberse querido a sí mismo, más de lo que se quiso. Un hombre sentenciado por el crimen de una admiradora de 22 años de edad.

¿Un buen músico? ¡Claro! Que lo exalten entonces los Grammys o los Billboard. Pero no el Capitolio.

Como quizá los legisladores no se acuerdan, repasemos:  

El 14 de mayo de 1997, Doris Adriana Niño, habitante de Soacha -léase habitante del olvido- murió por asfixia mecánica (no por sobredosis de cocaína, como se dijo inicialmente), y su cadáver fue arrojado en la madrugada del 15, en un potrero en las afueras de Tunja. Medicina Legal le hace la autopsia como NN, y reporta evidencia de violencia sexual. Un hogar de ancianos dona el ataúd en el que es enterrada en Tunja; un cura y varias trabajadoras sexuales reclaman su cadáver y con el nombre de Sandra, le dan nueva sepultura en el Cementerio Central de Bogotá.

Tres semanas después, su hermano lleva a un programa de televisión, fotografías de la joven desaparecida; el sacerdote la reconoce; exhuman su cadáver, y una vez identificado su cuerpo, la familia  entierra a Doris Adriana en Bogotá, en Jardines del Apogeo.

Tras declaraciones y testimonios, Diomedes es hallado culpable de homicidio preterintencional, y sentenciado a 12 años de cárcel. Los 144 meses de condena  se convierten en 32; se da a la familia de la joven muerta una irrisoria indemnización de 135 millones de pesos, y luego de un Guillain Barré y un reducido tiempo de casa por cárcel, el artista queda en libertad.

No comparto -pero entiendo- que una programadora haga una oda/telenovela sobre un hombre adicto al alcohol y las drogas, padre de 28 hijos con 11 mujeres distintas. El rating es la pesadilla de la ética, y esa pelea está más que perdida.

Pero es insólito que los congresistas de un país urgido de reinventarse en temas decisivos, se desgasten en un proyecto de ley que pretende enaltecer una persona tan poco encomiable.

¿Lo hacen acaso para comprar con ritmo vallenato el favor del pueblo? O ¿serán sus prioridades  más proclives a la mezcla de guacharaca y ron, que a la construcción de leyes racionales que sirvan de marco de referencia para un país decente? Piensen, señores congresistas. Piensen un poquito.

Autopista sur, kilómetro 4, Bogotá: es la dirección de los Jardines del Apogeo; allí con su nombre, lápida y dolor, algún día, tal vez, Doris Adriana descanse en paz.

ariasgloria@hotmail.com