GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Septiembre de 2014

Lecciones para despertar

 

“Universidad de Los Andes dio una lección de vida”

 

La Universidad de los Andes -una de las mejor posicionadas y más bellas y lúcidas de América- celebró el martes pasado una jornada ejemplar.

Por un día, la universidad abrió sus puertas,  aulas, auditorios  y jardines, a toda la comunidad. Se eliminó la exigencia del carnet en los detectores electrónicos, y los profesores dictaron clase en espacios abiertos; niños de escuelas cercanas almorzaron en el campus; muchos fueron a conciertos y bailaron como si la vida siempre fuera así de justa, y Colombia hubiera aprendido a ser un país incluyente.

Por primera vez, algunos de los obreros que participaron en la construcción de los edificios, descubrieron qué sucedía al interior de esas sedes monumentales a las que nunca antes habían entrado. Y quizá entonces, le encontraron sentido a sus espaldas cansadas, y  sus manos cuarteadas  por los bultos de cemento.

Los vendedores de dulces, pizza y maní asistieron a clase con los  maestros universitarios, y al lado de los estudiantes cotidianos, oyeron hablar de Kafka, Courvoisier, las propiedades del titanio, o el código penal.

La U de los Andes se vistió de blanco, y los lugares más emblemáticos de la Universidad, fueron testigos de una verdadera jornada de inclusión. Y sí se pudo.

Como “evento adverso”, se registró un graffiti, y la pérdida de una (¡una!) maleta. No hubo saqueos ni vandalismo. La convivencia pudo más que la desconfianza; y se hizo todo lo posible para que nadie se sintiera extraño, en un campus que por un día, le perteneció a todos.

A veces nos dejamos llevar por  el romanticismo de las palomas blancas, pero a la hora de hacer algo que implique un cambio de mirada,  involucionamos en nuestro caparazón de caracol, y cerramos puertas y ventanas para que nada ni nadie nos despierte de la anestesia social que nos convirtió en víctimas y/o actores de violencia.

La inclusión va mucho más allá de un discurso; implica desapego de los paradigmas, quitarle el colbón a las neuronas, y el silenciador a la conciencia.

La Universidad de los Andes demostró, en un ejercicio de 12 horas, que  el ser humano es mucho más feliz cuando es capaz de re-conocerse en la diferencia; cuando se libera de los candados de la debilidad, y supera esa marmota interior que le impide gobernarse con el  hemisferio de la solidaridad. El debate estudiantil  que precedió esta medida, ya por sí solo, valió la pena. Las redes sociales se llenaron de opiniones a favor y en contra. Un micro país, expresando sus temores y aperturas, sus grietas y reencuentros.  Cualquier parecido con la realidad, es pura Colombia.

Los Andes dio una lección de vida; enseñó en una jornada,  más de lo que se aprende en cien horas de clase.

Cuando este día luminoso se multiplique por 365, y quienes lo miraron con recelo, se den permiso de  divorciarse del escepticismo, habremos dado un paso importante en la construcción de un país con menos abismos y más inclusión; con   equidad, y derecho a vivir en paz, y no morir la víspera, por culpa de un tiro de irreversible desgracia.

ariasgloria@hotmail.com