Víctimas del secuestro
Esta semana conocimos los artículos que escribieron las Farc, sobre algunas víctimas del secuestro. Sí, víctimas del secuestro; no de retención, ni vacaciones en la selva, o turismo ecológico encadenado a los árboles. Tengan el coraje de llamar las cosas por su nombre. Ustedes, señores de las Farc, han sido -entre otras cosas- secuestradores. No retenedores, ni operadores de una agencia de viajes.
Eso no quiere decir que no estemos dispuestos a hacer grandes esfuerzos y romper paradigmas muy arraigados, con tal de lograr la paz. Pero no abusen.
Las declaraciones que involucran a Clara Rojas, Ingrid Betancourt y el general Mendieta, son una ofensa contra ellos, y un insulto a los colombianos. A veces nos enredamos, pero no hemos perdido la capacidad de discernir. Así es que no se confundan, ni pretendan hacerlo con nosotros. Aun los más fervientes defensores del proceso de paz tenemos un límite.
Señores: El general Mendieta sufrió hasta el infinito por culpa de ustedes. ¿No creen que ya es suficiente saña?
Ingrid Betancourt ha tenido conductas horrorosas frente a Colombia, pero nada le quita su condición de víctima.
Clara Rojas estuvo se-cues-tra-da; seis años; por culpa de ustedes, no de ella. Seis años lejos de una madre admirable. Seis años en los que si no enloqueció, no fue por la doble ración de arepas que ustedes consideran privilegio, sino gracias a lo que ella es.
Clara se ha empeñado en construir un camino de reconciliación y perdón. En vez de radicarse en Júpiter o en Tumbuctú, decidió quedarse a trabajar por su país. Trabajar para que no se repita con otros, su propia experiencia de dolor y adversidad. Ha sido una mujer valiente, y a pesar de ustedes, nada le ha arrancado del corazón su dosis personal de bondad. ¡Por Dios! Ella y su hijo merecen respeto y respaldo, y son ejemplo de audaz resiliencia.
Alto Gobierno, Congreso de la República, De la Calle, los partidos de oposición y los medios de comunicación, han rechazado por inadmisibles e infames, las palabras de las Farc. De estos textos conocidos, me indignan el cinismo, la siniestra maldad explícita y la turbia intención implícita.
Quizá muchos de quienes le apostamos a la paz, no lo hacemos por nobleza, sino porque la guerra es expresión de incapacidad intelectual y emocional; pero no estamos dispuestos a aceptar que ya liberadas sus víctimas, ustedes insistan en encadenarlas a la vergüenza.
A ver, señores: hagan el intento de ser medianamente coherentes. Niños bomba mientras se dialoga; matar policías, calumniar a las víctimas y burlarse de ellas, no son buenas estrategias para conquistar la voluntad de los colombianos.
Si hoy se votara el referendo por la paz, ¿cuál creen ustedes, señores de las Farc, que sería el resultado? Piensen. Piensen antes de hablar y antes de disparar. Piensen antes de seguir regando dinamita en veredas y declaraciones. Piensen, porque es mucho lo que está en juego.
Es más exigente pensar y actuar para construir, que para devastar. Pero pueden, podemos; es la única opción, si pretendemos tener una Colombia diversa, conviviendo en un mismo país.