Firmes, Mr. Presidente
Por horario de cierre, envío este Puerto la víspera de la segunda posesión del presidente Santos, y cambio columna por carta; abierta como un cuaderno; no como una herida.
Señor Presidente:
Durante la campaña, el acoso de ataques consecutivos, tipo tejida/ensortijada, desvió la atención de lo fundamental: elegirlo a usted no podía ser una decisión mediática ni visceral, sino un compromiso sostenido en el tiempo, para sacudir prejuicios, orfandades y rencores, y asumir el riesgo de construir una sociedad distinta.
Lo elegimos, pero ahora cada vez que la guerrilla comete una de sus habituales barbaridades, gran parte del país suspira con añoranza por la mano fuerte; hasta usted mismo ha caído en la tentación de cambiar el tono (y parte del contenido) del discurso que lo reeligió.
Somos expertos en crear y desbaratar ídolos, como se hornea y se aplasta un merengue. Pero su consigna de paz tiene la fuerza de la razón, y de los casi ocho millones de colombianos que lo respaldamos. No está hecha de azúcar, sino de necesidad y emergencia.
Nada de lo que está sucediendo es nuevo: desde hace décadas, las Farc asesinan, dinamitan y mienten. Para ellos, las torres de cualquier tipo de energía, tienen un letrero que dice “vuélame”.
Campesinos y pescadores navegan en ríos contaminados por los oleoductos destruidos; y en sus veredas a oscuras, el miedo los acobija entre muros de adobe y techos de guadua.
Cual Pulgarcitos del horror, y para no perder (¿más?) su inmisericorde camino, los guerrilleros van por la muerte, arrojando ataúdes para todos los tamaños, vejaciones y velaciones. No han entendido que la viscosa vergüenza del narcotráfico, les contaminó doctrina y rumbo, y los convirtió en una de las guerrillas más ricas y desacreditadas del mundo.
Con todo respeto, Señor Presidente, usted no puede olvidar que lo elegimos por su compromiso con la paz. No le creímos que estuviera -como nos dijo- “a la vuelta de la esquina”: no somos tan naif; pero sí confiamos en su consigna de intentarlo con todas las fuerzas de su alma y de su músculo político.
Hace 4 años, otros lo eligieron para seguir el legado Uribe, heredar su temple y odio, y fumigar a los malos. Ahora lo apoyamos, porque cortó ese cordón umbilical, y nos prometió trabajar por un país sin guerra.
Usted sabía, desde mucho antes de las elecciones, que las Farc son incoherentes, vetustas y absurdas. Y con esos incoherentes, vetustos y absurdos (no con nobles caballeros o científicos altruistas) usted se empeñó en hacer la paz: a ese tren nos subimos quienes votamos por usted.
Así es que, firmes, Mr. President. Tránqueles, exíjales, hágales comprender el suicidio que están cometiendo; y respalde a nuestros soldados en el cumplimiento de su deber. Pero no nos vaya a devolver a ese Talión siglo XXI, que nos llenó de plomo las arterias, y de rencor las entrañas.
Me despido -o mejor dicho, me quedo, con usted- con una frase de Isabel Allende: “Memoria selectiva para recordar lo bueno, prudencia lógica para no arruinar el presente, y optimismo desafiante para encarar el futuro”.