Sin existencias de repuesto
He intentado comprender por qué gente buena, profundamente talentosa y culta, votó por Zuluaga. Ninguna de las explicaciones que me han dado me deja tranquila, aun cuando entiendo su fondo de razón: hay que recuperar el orden, los guerrilleros no merecen tener más prebendas que los campesinos honestos, no es lógico negociar en medio de los atentados, etc. Pero no me alcanzan los argumentos, cuando los contrasto con tantas cosas de vivimos (y morimos) durante el gobierno Uribe: paramilitarismo, interceptaciones telefónicas, falsos positivos, bombardeos, exilios, opositores amenazados, uso excesivo de la fuerza pública, y demás acciones alrededor de esa monoconsigna que durante 8 años nos martilló el tímpano y la cotidianidad: “Hay que acabar con los facinerosos”.
Detesto la guerra venga de donde venga. Me pregunto si son distintos los muertos causados por la heroica acción de un grupo de soldados, que los ocasionados por los horrendos ataques de paramilitares y guerrilleros. Claro: los soldados defienden la patria, no la anarquía ni el exterminio de civiles; los otros, ilegales y fuera de todo cauce, destruyen vidas inocentes, y amenazan el establecimiento. Pero muertos son muertos, del color que los vistan. Son vidas perdidas, desperdiciadas, como si hubiera existencias de repuesto. Y la verdad es que no las hay.
Algunas de las opciones venideras serían gravísimas para cualquier país con una conciencia menos disfuncional que la nuestra: que a Zuluaga le dicten orden de captura por el rollo del hacker; improbable, pero posible. Si Sepúlveda está preso, ¿por qué Zuluaga no? Podría ser justo; pero ¿imaginan el caos que se armaría?
Otra opción: si Zuluaga triunfa en la segunda vuelta, puede que siga al pie de la letra a papá Uribe (a mi modo de ver, catastrófico); o quizá se le voltee a su mentor -casos vimos-, y una vez utilizada su imagen para llegar a la Presidencia, le dé un pastorejo, corte los hilos, y empiece a reinar solito. Lo dudo. Posiblemente sería menos grave para el país, pero es feo que uno desee una traición.
Horizontes más favorables: que en dos semanas en La Habana, se logre algo monumental, como el cese el fuego; una rendición de armas por parte de las Farc, dejaría a los zuribistas sin argumentos, y posicionaría a Santos como héroe político.
Ahora más que nunca, la elección del próximo Presidente depende en buena parte de lo que se decida en Cuba. Si en estos 15 días se desbordan los atentados, o se estanca la nata del “sí pero no”, podrá dolernos la vida y colapsar el ritmo cardíaco de la esperanza, pero el Presidente será Zuluaga.
Si por el contrario, las Farc comprenden que se les acaba el tiempo, para convencer a un país urgido de palpar hechos concretos de paz, el proceso y su gestor saldrán triunfantes, y Colombia habrá comenzado a trazar y recorrer un camino de reconciliación.
Posdata. Hace años, cuando vivía en México, empecé dos procesos de gestación: el de mi hija, y con ella, el de mi felicidad. Ambas nacieron un glorioso 31 de mayo.