GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 25 de Abril de 2014

Los segundos 30

 

Hace  60 años murieron Jacinto Benavente y Henri Matisse, Frida Khalo y Auguste Lumiére; terminó la guerra de Indochina, se empezó a tejer la Unión Europea, y al publicar El extranjero, Camus se metió en las entrañas de la incomprensión y la existencia del hombre.

Mientras tanto, gringos y rusos les daban inicio a las reuniones que buscaban prohibir el uso de armas atómicas; Colombia se deslumbraba con la  llegada de la televisión y el mítico autor de mares y mojitos, Ernest  Hemingway, recibía el Premio Nobel de Literatura.

En el mismo 1954, el Berlin Ensamble llega con su inolvidable Madre Coraje, a los escenarios de París; Brecht y Ionesco se encuentran por primera vez, y hablan sobre “el terror de la razón”, en un café, frente al teatro Sara Bernhardt, donde la carreta de Mère Courage, atravesaba la tristeza de la guerra y el exilio de todos los tiempos.

La magia premonitoria de Julio Verne, se vuelve película en Veinte mil leguas de viaje submarino, y Edith Piaf enamora al mundo con “Sous le ciel de Paris”.

Nacen en el 54 John Travolta, Marina Rosell y Lupita d’Alessio… y en el Hospital Americano, una mujer maravillosa, fascinada con Europa, el arte y la literatura, me dio la luz, en la ciudad ídem.

Abrir los ojos al mundo, en la primavera de una ciudad emblemática, entre el existencialismo y los ecos de la II Guerra Mundial, deja -como los besos importantes- huella. Y obliga dulce y persistentemente a defender lo que se piensa; a exprimir la conciencia en busca de la paz; y reconocer que la injusticia es violencia, la comprensión es necesaria, y el olvido imposible.

Mi prima Rosario, acaba de decirme que “la vida empieza a los 60”. Bienvenida, vida: el equipaje que traigo para empezar a recorrerte,está lleno de emociones, recuerdos y sueños, que defenderé mientras pueda y más allá.

Amo cada centímetro de mi piel imperfecta, porque ahí vivieron mis hijos sus primeros meses; amo las arrugas que me recuerdan que nada -ni el amor, ni los desencuentros, ni los abrazos eternos ni los furtivos, ni las ausencias que duelen o las que alivian- ha sido en vano.

Amo mis ojos porque han sido capaces de reconocer la luz en los ojos de los demás; y mis manos, incapaces de sostener algo pesado, pero infinitamente listas para dar y recibir una caricia.

Amo haber llegado a los “segundos 30” enamorada de la vida, y haber compartido siglos y país, con la magia invencible de las mariposas amarillas, los aguaceros eternos y los coroneles entristecidos.

Me declaro agradecida por lo que han significado mis amigos, mis amores, mi familia; y por este precioso oficio de trabajar por mitigar el dolor.

Aquello de haber nacido a mediados del siglo pasado, podría significar un toque agobiante de vejez. Pero esto de vivir en un siglo que apenas empieza, permite una deliciosa “primavera en otoño”, una celebración por la juventud acumulada, una incitación casi insensata, a la felicidad. Por eso y por todo, brindo por la vida, como se brinda por el sol y por ese by pass que la edad construye, entre la ilusión y la memoria.

ariasgloria@hotmail.com