GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 28 de Febrero de 2014

PUERTO LIBERTAD

La casa de los muertos

 

No  sé cuál me parece un peor síntoma social: la profanación a los vivos, o la profanación a los muertos.

Aquí se han dado ambas cosas; y sin inmutarse ni arrepentirse, nuestra ciudad sigue su ritmo: finalmente siempre hay una reina de belleza, un trofeo en bicicleta o un carnaval de harina y acordeón, que nos despista la vergüenza y nos rescate del dolor.

No es masoquismo, pero luego de clamar durante páginas, días y meses contra los atropellos de nuestros gobernantes capitalinos, y esperar que los peores por fin se vayan, y los tal vez buenos algún día lleguen, es inevitable detenerse frente a las noticias de las mujeres abusadas en los buses, y las tumbas abusadas en el Cementerio.

Por cuenta de lo sucedido esta semana en el Cementerio Central de Bogotá, descubrimos los alcances de un engendro (adscrito a la Secretaría de Hábitat de la Alcaldía Mayor), llamado Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (Uaesp), cuya misión reza: “Somos una entidad que garantiza a la población de Bogotá la prestación de servicios integrales de aseo, alumbrado público y servicios funerarios en los equipamientos del Distrito Capital, en condiciones dignas e incluyentes, contribuyendo en la construcción de una Bogotá humana con sostenibilidad ambiental”. ¿A qué horas permitimos que la capital de Colombia se convirtiera en un monumento a la incoherencia administrativa?

Pues a esos genios de la más inhumana de las Bogotás se les ocurrió organizar la proyección de películas de terror, en un escenario bien particular: el cementerio de la calle 26, donde supuestamente deberían descansar en paz nuestros muertos de antes: bisabuelos, expresidentes, ídolos y poetas. Víctimas del narcotráfico y del plomo corrupto; fundadores de hospitales y periódicos, próceres, escritores y señores.

Pero hace cuatro noches, orgías de alucinógenos, sexo y aguardiente, se tomaron las tumbas del cementerio; destruyeron mausoleos e irrespetaron con violencia y desdén, la casa de los muertos.

La explicación de la Uaesp fue tan absurda como la administración que los rige. ¿Quién puede pensar que abrirles las puertas a mil bárbaros ayude a posicionar el cementerio como un Museo Histórico Nacional? Curiosos museos, historia y nación, la que pretenden enseñar los funcionarios de la Uaesp, cubriendo de vandalismo y marihuana, las tumbas de nuestros muertos.

¡Qué vergüenza saber que esto pasó en la vida real! ¿A quién valora una ciudad que irrespeta a sus vivos y a sus muertos? ¿Qué más nos queda por destrozar, si ni por amor o bondad, ni por dignidad o temor, somos capaces de cuidar lo más sagrado?

Convendría preguntarnos, si nos interesa seguir esta carrera loca de violaciones contra la integridad personal y social. O si queremos reconstruir conceptos como ciudadanía, dignidad y tributo; “regresar a mi pueblo por el camino viejo (…) y empezar de nuevo”. Empezar, mientras la inteligencia emocional quiera y pueda.