GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 14 de Febrero de 2014

Un grave y costoso error

 

Para votar Si o No a la revocatoria, lo único que debería estar sobre el tapete, es la idoneidad o ineptitud de Gustavo Petro para gobernar la capital de Colombia; por ende, la aplazada  votación del 2 de marzo, debería reflejar lo que los bogotanos piensan, celebran o sufren, sobre la gestión de una persona elegida para  gerenciar una ciudad de 8 millones de habitantes. Ni más ni menos, ése es el punto.

Si el señor Petro viene de las faldas guerrilleras, o descendiera de las enaguas del Opus Dei, a mí, para el caso presente, me daría lo mismo. Lo considero un político odioso y petulante; un buen congresista, que armó debates serios y destapó con inteligencia, muchas ollas podridas; y un pésimo alcalde, incumplido e irresponsable, inconsecuente y demagogo. Por eso -por su pobreza administrativa como alcalde-  votaría ya,  con diez dedos, por el SÍ a la revocatoria.

Pero al hacerlo -y quiero ser explícita- ni estoy criticando a la izquierda colombiana, ni estoy respaldando (¡Dios me ampare!) a la extrema derecha, hoy abanderada por el Procurador y  Pachito Santos.

Fue un grave y costoso error permitir que se volviera tema de partidos, de resentimientos y lucha de clases y poderes políticos, algo que siempre debería haber sido la evaluación objetiva de una gestión. Ya la votación por la revocatoria está demasiado contaminada. Entre ese balcón de la Plaza de Bolívar, casi grotesco por su excesivo populismo; una ultraderecha visceral, en cabeza del  Procurador; y  un Pachito -ya ni siquiera cómico-, al que difícilmente se le puede tomar en serio, el por qué de la revocatoria se ha desdibujado de forma progresiva, convirtiéndose en una tragi-zarzuela de peligrosas consecuencias.

Quienes conformamos el constituyente primario -el señor que amasa la pizza, el  profesor universitario y el mariachi de la Caracas; el cirujano, la actriz y el plomero; usted y yo- tenemos un derecho que nos dio la Constitución de 1991, y que nos permite evaluar a nuestros gobernantes, y si se rajan, revocarles el mandato.

Pero ha sido tal el ruido -generado por las tripas y no por las neuronas- que hoy por hoy estamos ad portas de catapultar a un pésimo alcalde; los argumentos serios y tangibles se están hundiendo en un río revuelto de lodo politiquero; y entre el populismo de una corriente y el oscurantismo de la otra, convirtieron en mártir a un inepto; y los mártires conmueven, reblandecen y fácilmente seducen multitudes.

Si antes Petro era mal alcalde, ahora, con su prioridad centrada en su defensa personal, pues ¡peor! ¿A qué horas gobierna, si no sabe hacerlo, y si además tiene que hipnotizar a las masas, odiar a los ricos y pelear contra Ordóñez? ¡Qué desgaste para Bogotá! Y qué riesgo para Colombia, que Petro, -al final de esta saga- en vez de salir por la puerta de atrás, resulte fortalecido. Eso puede pasar cuando se pierde el foco principal, y nos enredamos en las cursis e inoficiosas arandelas, del fanatismo, la ambición y el resentimiento.

Posdata: Pacheco, siempre en el corazón de Colombia.

ariasgloria@hotmail.com