GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 3 de Mayo de 2013

Sintonía con la justicia social

 

En los primeros 51 días de  vida vaticana, el Papa Francisco ha sido coherente con su mensaje de humildad: el cambio del trono de terciopelo y oro, por una silla blanca, de madera; las zapatillas rojas guardadas en algún closet, mientras él usa sus zapatos viejos; la tarima, al desván, y la clausura de su ascensor personal; su anillo de plata; todo él, con una sonrisa humana y un abrazo cercano, andando entre la gente, sin más blindaje que el de Dios.

Al Papa Francisco le duelen la injusticia y la inequidad. Y el suyo no es uno de esos dolores de titular de noticia -políticamente conveniente y socialmente inútil- sino un dolor que invita a la reflexión y a la construcción; a nuevas obras; a una auténtica sintonía con la justicia social. Uno ve al Papa Francisco, capaz de liderar una verdadera transformación.

Cuando dice en la audiencia del          Día internacional del trabajo, que “el desempleo es, a menudo, causa de una visión económica fundada en el lucro egoísta”, es palpable su convocatoria para que  los dividendos excesivos y el reino del utilitarismo, den un giro de 180º y vuelvan sus ojos a los más necesitados. “Una comunidad al servicio de los pobres”, ha dicho varias veces. No los pobres, al servicio de la comunidad. El orden de los factores sí altera el producto. Sobre todo cuando los factores son seres humanos, y el producto es la miseria.

En una de las primeras audiencias privadas que concedió, se reunió por 35 minutos con el  Presidente del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas: el embajador Néstor Osorio, un colombiano que está al frente del organismo que pauta los lineamientos de la ONU en temas económicos y sociales, incluidos acceso universal a la salud, derechos humanos, finanzas internacionales, comercio entre las naciones, ciencia, comunicaciones y tecnología, como constructores de un desarrollo sostenible. Más allá de lo anecdótico que represente haber hablado durante una audiencia papal, de Jericó -el pueblo donde nacieron nuestra monja santa, y la mamá y el abuelo del embajador- es muy diciente que el Papa Francisco haya tenido una conversación afable y cercana, con la persona que desde las Naciones Unidas lidera una de las principales cosmovisiones sobre la erradicación de la pobreza. Si de mí dependiera habría publicado en primera página esta audiencia. Es importante para Colombia y para el planeta; lleva implícito un mensaje de esperanza: a la cabeza y el corazón de la Iglesia Católica de hoy, 2013, le importan los pobres y lo que el concierto universal pueda y deba hacer para saldar siglos de deudas por una crónica injusticia social.

En el mundo son más las personas con hambre, que la suma de los habitantes de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea.

Urge que presidentes, industriales y príncipes; capataces y generales; maestros y doctores; empresarios y curas, oigamos al Papa Francisco, salgamos a la calle con nuestros zapatos viejos y repasemos -sin tregua y sin alardes- la tantas veces silenciosa, voz de la conciencia. No para lamentarnos, sino para actuar.

ariasgloria@hotmail.com