GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 8 de Febrero de 2013

¿Qué hacer con el proceso de paz?

 

Mi hemisferio emocional suplica no tirar la toalla; ¡pero es que no ayudan!

Un nuevo fracaso sería como entregarle a la insurgencia un diploma escrito a punta de  bala y coca. Un reconocimiento de nuestra impotencia, frente a las manifestaciones deshilvanadas y aturdidas de su parte.

Aun cuando muchas evidencias insistan en llevarnos al más tormentoso escenario, no tendría sentido llegar a un punto ciego, en el que concluyéramos que la única luz posible es la que produce el fogonazo de un disparo.

45 millones de colombianos tendríamos que admitir que no fuimos capaces de convencer y convencernos de lo inútil y estúpida que es la guerra.

Me niego a llegar a un punto de no retorno; pero estamos desesperadamente aburridos, frustrados y bravos, frente a las respuestas de una guerrilla que se ha dedicado a actuar con  una torpeza que -como casi toda torpeza- ni siquiera logra ser desafiante.

Por ejemplo, ¿cuántas neuronas vigentes tendrán los autores intelectuales (obvio que la palabra les queda grande) y los autores físicos, del ataque perpetrado contra una escuela que  daba albergue, educación y recreación a cien niños campesinos?

¿A quién se le ocurre que dos alemanes pensionados que andaban por el Catatumbo, sean espías? ¿Cómo de quién, para qué? Y aun si James Bond los puso ahí, y de verdad fueran espías, ¿eso le da a la guerrilla autorización para secuestrarlos?

La guerrilla se desacredita cada día más, y cada argumento que esgrime es más inconsistente y más reactivo que el anterior; pero lo malo es que no es un descrédito gratis.

No es gratis, porque arrasa con vidas humanas, y con optimismos  a punto de extinguirse (si es que no lo hicieron ya).

No es gratis, porque lo único que logra es darle más justificaciones a los contradictores de una paz concertada; y puede ser casi perpetuo, el costo de entregarle a la beligerancia de ultraderecha, un cheque en blanco para arrasar con la guerrilla.

Cada brutalidad que comete la insurgencia, debe producir un socarrón frote de manos y un “se los dije” en nuestro inolvidable expresidente Uribe. ¿Acaso no se da cuenta la guerrilla, del inmenso favor que le está haciendo a su acérrimo enemigo? Esa relación de mutua dependencia entre ese par de actores, me parece enfermiza. Es como si cada uno necesitara del otro para sentirse poderoso, para justificarse y pasar a la inmortalidad, incluso a  costa de la mortalidad ajena.

Entonces, ¿qué voy a hacer con el proceso de paz? Respaldarlo; no propiamente por santista, sino porque las otras opciones son peores.

Aun cuando la razón debería llevarnos al “apague y vámonos”, la esperanza ha demostrado una y mil veces, ser más valiosa, más rentable y más valiente, que la razón.

Me niego a que a uno sólo puedan decirle “descanse en paz” cuando esté muerto. ¿Qué pasó con el “en vida, hermano, en vida”? Yo  quiero cansarme y descansar, en paz, y mientras viva. Y con el favor de Dios, también en el otro allá, en el del infinito después.

ariasgloria@hotmail.com