Techo de cuerpos y almas
Es sano admitir que hay motivos para tener no solo ilusiones, sino razones para la esperanza.
Casi como un antídoto para no morir de vergüenza y depresión, por un país donde las balas perdidas perforan vientres de niños, y criaturas de once años abandonan las aulas por amenazas y enganche de las bandas criminales, es preciso reconocer que hay gente no solo buena, sino que no se da por vencida, y actúa.
La ONG Un Techo por mi País no se resignó a ver pasar la pobreza como la caravana de una calamidad insalvable; comprendió que la suma coherente de pequeñas solidaridades puede mejorar la calidad de vida de uno, dos, o mil rincones del mundo, y decidió trabajar por el desarrollo comunitario.
Chile, Salvador y Perú, fueron los pioneros; luego los siguieron el Caribe y casi todo el continente americano. Hoy, 15 años después de su fundación, Techo tiene sede en 19 países, y más 500.000 voluntarios se han dedicado a trabajar de la mano con las comunidades, en la construcción de lo que ellos han denominado “viviendas de emergencia”.
A partir del 2006 comienza su trabajo en Colombia. Desde entonces, veinte mil jóvenes voluntarios -para quienes la responsabilidad social no es un término de moda, sino un una hermosa manera de encontrarle sentido a la vida- han donado, no la plata que les sobra, sino el tiempo que les falta.
Comenzaron en Altos de Cazucá y Ciudad Bolivar; sin paternalismos ofensivos, han tenido la inteligencia y la sensibilidad de convertirse en aliados de la comunidad que los reconoce como interlocutores válidos, capaces de trabajar con y por ellos, y ponerle techo y paredes a la ilusión.
Bogotá, Medellín, Cartagena, Barranquilla y Cali ya saben en calle propia lo que es Techo, y juntos están trabajando en la construcción de identidad, de participación y conocimiento; desarrollo de emprendimientos y formación laboral.
El Fondo Multilateral de Inversiones del BID, Burson Marsteller, Young & Rubicam, y los jesuitas, son algunas de los grandes nombres que han apoyado a Techo.
Donaciones de familias y empresarios, expertos que aportan estudios técnicos, y jóvenes que entregan la fe y la fuerza vital de sus 20 años, han permitido que Techo se haya convertido en un verdadero agente dignificador para miles de personas que vivían en condiciones infrahumanas.
Techo bien sabe que una cosa es una casa, y otra cosa es una colectividad con gente cohesionada, formada en actitudes y aptitudes.
Por eso sus programas van más allá de la construcción de viviendas: Techo construye desarrollo comunitario, enseña y forma líderes; no está adscrito a ningún partido, pero da herramientas de conocimiento, para crear en las comunidades ese pensamiento político (en el buen y tan perdido sentido de la palabra), imprescindible para ser y hacer sociedades respetables.
El 24 y 25 de febrero, en Altos de Cazucá, más de 50 líderes comunitarios trabajarán en la generación de un proyecto de vida colectivo, que acorte brechas y les permita crecer en dignidad.
Techo para cuerpos y almas, ayuda en serio, a construir un país en paz.
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