PUERTO LIBERTAD
Nacimiento y renacimiento
Diecisiete de diciembre: desgarrador, por el asesinato de Guillermo Cano; conmovedor, por el nacimiento del Papa; lleno de esperanza, por las declaraciones históricas de antes de ayer.
El restablecimiento de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, y -en otra dimensión- el anuncio de las Farc, del cese el fuego indefinido y unilateral, parecieran decirnos que el mundo está aprendiendo lo inútiles que resultan los estigmas y la exclusión, la intimidación y el delito.
Ambos pronunciamientos -esperados desde hace más de 50 años- están precedidos por miles de muertos, injusticias y miserias que nunca debieron suceder. El siglo XX tuvo sus maravillas, pero también se encargó de implantar un chip de egoísmo y barbarie, en muchos corazones y neuronas de quienes han tenido la sartén del poder y el mango de las armas, en sus manos egocéntricas, atemorizadas y/o corruptas.
Ni la guerra ni la marginación son un buen ejercicio conceptual, social o financiero. A corto plazo, el tráfico de armas, de drogas, sobornos, secuestros y exclusiones, pueden resultar económicamente rentables. Pero a la larga, no hay peor negocio que la maldad; los estigmas, amenazas y aislamiento que nacen de la fuerza bruta y los fanatismos, son el reflejo de una sociedad que al sentirse incapaz de manejar decentemente sus grandes desafíos, le endosa paz y futuro a las soluciones violentas; lo pacífico exige nobleza, inteligencia y recomponer el pensamiento: tres condiciones difíciles y escasas.
Ahora, dado el paso que dieron Obama y Castro; dado el valor de las intervenciones de un Papa Francisco que no me canso de querer y admirar; y dado el anuncio de las Farc, es deber de todos -incluidos los más escépticos, los más apáticos, disociadores y extremistas- hacer lo que cada quien tenga a su alcance, para que sea posible la construcción colectiva de una nueva realidad.
Como por cada ruiseñor hay tres caucheras y siete piedras, ya empezaron a llover del miope oscurantismo, obstáculos, incendios y trincheras; pero que no se desgasten los ultranada, porque esta vez no van a poder: ya quedó sembrado el árbol, y el mundo está lleno de jardineros dispuestos a regar con agua de vida, una Tierra fértil, libre y en paz.
Si reaccionamos como una sociedad evolucionada y pensante, nada ni nadie podrá detener lo indetenible: que el ser humano recuerde su condición de humano; sepida perdón a sí mismo, y -por esa pequeña o gran dosis de Navidad que lo habita- mire a los ojos del amigo y del enemigo, y sea capaz de no estancarse en los diez o mil puntos que los distancian, sino en los pocos o muchos que los aproximan; y a partir de ello, recomenzar.
Gracias a quienes este año, amorosamente me llenaron de luz, de compañía y cariño; y gracias también a las circunstancias que a veces hicieron difíciles algunos tramos del camino. De ambos aprendí y por ambos soy lo que soy.
Feliz y dulce Navidad…Nacimiento y renacimiento… y nos vemos después de los Reyes Magos, con 2015 motivos para defender la vida.