Gloria Arias | El Nuevo Siglo
Viernes, 27 de Noviembre de 2015

PUERTO LIBERTAD

Un tirano llamado fanatismo

“Nos enfrentamos a una forma distinta de guerra”

 

 

La memoria de los bebés es  territorio insuficientemente explorado, pero sé que la primera bandera que vi en mi vida, fue la de Francia; con el tiempo aprendí a relacionar sus franjas de colores, con el significado de Liberté, égalité, fraternité.

 

De los tres conceptos, adopté dos: libertad y fraternidad, y a ese par de irrenunciables le he endosado buena parte de mi quehacer y  mi quesoñar.

 

No me matriculé con la égalité porque prefiero la equidad a la igualdad, y desde siempre me ha seducido más el valor de la diferencia que el imaginario de una presunta igualdad, que ni existe ni deseo.

 

(Traigo la pregunta de Mafalda, cuando su padre le dijo que todos somos iguales: “Pst...¿Iguales a quién?”)

 

Es desgarrador ver la bandera de Francia ondeando en funerales, cubriendo ataúdes,  flotando a media asta en el cielo de otoño.

 

Repruebo los gerundios, pero no encuentro una mejor conjugación para describir algo que empezó a suceder y no ha terminado; un presente continuo, estirado como una melcocha de dolor, en las manos de un tirano llamado fanatismo, violencia  o terror. Un tirano desenfrenado, que además provoca en calidad de respuesta o retaliación, de justicia o venganza, más muertos, más huérfanos, más ausencias irreversibles.

 

Anclado en el Mediterráneo, el portaaviones Charles De Gaulle y sus cazas Rafale bombardean desde el lunes posiciones del Estado Islámico en Ramadi y Mosul.

 

¿Que la guerra es un asco? ¡Obvio! Pero impensable pedirle a Francia que se vista de luto y se quede con los brazos cruzados, mientras la locura le explota en la cara y le desbarata  las entrañas.

 

El horror desatado por los atentados del 13 de noviembre, hizo que el mundo se sienta amenazado; nos enfrentamos a la inminencia de una forma distinta de hacer la guerra; Francia herida en cuerpo y alma; Bélgica prácticamente paralizada; Siria ataca, huye,  masacra y se desangra; los 26 cazas del Charles De Gaulle, una fragata inglesa y otra belga –y desde antes los desplazados, los náufragos vivos y muertos- le cambiaron el aire y la fisonomía al mar más lindo del mundo.

 

Y mientras tanto, a este lado del Atlántico, en este país que se asoma como un niño entre incrédulo y deslumbrado a la posibilidad de la paz, tenemos que hacer ingentes esfuerzos por no perder la esperanza; por preservar y engrosar el hilo de confianza que aun subsista.

 

Habrá que tomar clases intensivas de deglución atípica, y aprender a tragar sapos tan repulsivos como las declaraciones de Calarcá: “no tenemos ningún temor frente a la justicia internacional”, porque “el que nada debe nada teme”.

 

Uno puede estar abierto al perdón, a pasar la página,  incluir y recomenzar. A estas alturas, lo único que pido es un espejo de bolsillo en el que se miren las Farc. Fingir que no hay nada de qué arrepentirse, es esquizofrenia en  máximo nivel de expresión y  mínimo nivel de conciencia.

 

Es cierto: no sabemos cómo funciona la memoria de los bebés; pero sería demasiado injusto permitir que la de los adultos se comporte como esquirla de hielo al rayo del sol.

 

ariasgloria@hotmail.com