Viernes, 17 de Junio de 2016
La caverna del Talión
El enfrentamiento presentado hace unos días en La FM, entre el senador Amín y León Valencia, ha evidenciado un nuevo y lamentable ejemplo del grado de intolerancia y polarización que nos encadena al pasado; lejos de hacernos mejores personas y mejor sociedad, la amalgama de sed de justicia, venganza, rencor y una memoria un tanto maligna, nos alimenta, como cucharaditas de veneno, la incipiente capacidad de reconocer el valor de la diferencia; de construir a partir del disenso y prepararnos de una manera genuina a la perspectiva del fin del conflicto armado.
El politólogo y columnista León Valencia dejó de ser guerrillero del Eln en 1994. Es decir, hace 22 años decidió cambiar la violencia por la búsqueda de la decencia; la fuerza de las armas, por el valor del pensamiento, de las palabras, y de la expresión legal y respetuosa de un pensamiento político, que uno puede o no, compartir.
No soy amiga de León Valencia, ni siquiera he hablado con él, y muchas veces no he compartido sus planteamientos. Pero lo respeto como ser humano, y por el valor que tuvo al cambiar el rumbo y haber elegido una forma correcta de ejercer la democracia. Lo respeto porque su trabajo de los últimos años, construye. Verbo que muchos falsos profetas y adalides de morales rígidas y excluyentes, no ejercen.
Que León Valencia optó en un momento de su vida por prácticas "non sanctas", sí; eso es innegable. Pero pregunto cuántos de nosotros nos hemos equivocado en cualquier ángulo de nuestra vida, y tal vez no hemos tenido el coraje de asumir el error y enderezar el camino. Yo me he equivocado muchas veces, y no siempre he sido lo suficientemente humilde o valiente, como para auto-implementarme el correctivo necesario.
22 años después, demasiada gente le sigue pasando al politólogo una anacrónica cuenta de cobro por su pasado guerrillero.
He recibido toda suerte de comentarios (constructivos, solidarios, agresivos, impulsivos, escasos de neuronas, con y sin fundamento) por haber tocado el tema en un tweet. Listo; a eso se expone uno cuando se atreve a nacer, a abrir la boca, o tocar el teclado... Pero aparte de no parecerme justo con León Valencia, lo que más me preocupa es lo poco preparados que estamos para un deseable futuro de conflicto sin armas; un futuro en el que las diferencias de pensamiento no impliquen borrarnos los unos a los otros a punta de puños, granadas y tiros; un futuro en el que nos ocupe más tiempo de nuestra agenda trabajar por la vida que defendernos de la muerte; un futuro que será posible si sabemos aprovechar esa gran "cuota inicial" que se está definiendo en La Habana, y que necesita de los 48 millones de colombianos, para tener el sustrato que lo haga viable.
Pilas. Concentrémonos en lo importante, en lo productivo, en la ventana al futuro, no el oscuro túnel de los odios suspendidos en el tiempo. Rompamos cadenas con la caverna del Talión.