El agente de la DEA (II)
La semana pasada hablamos del paseo millonario a James Watson, agente de la DEA, y su trágico deceso; en ese momento afirmábamos con absoluta seguridad que la Policía y su cuerpo investigativo, en corto tiempo tendría suficientes elementos de juicio para esclarecer los hechos, identificando los responsables del asesinato. Dicho y hecho, no alcanzó a salir publicada mi nota cuando se habían dado las primeras capturas y los cuerpos investigativos tenían claridad. El resumen de la operación es de público conocimiento por lo tanto no se justifica hacer referencia a puntos concretos y el enfoque dado por las autoridades responsables de investigar.
Queda un mal sabor en lo atinente a control futuro, para evitar nuevos atentados contra las personas que caen en manos de delincuentes dedicados a esta práctica, quienes suplantando profesionales en la conducción, someten ciudadanos inermes al ‘paseo millonario’. ¡Hay clamor ciudadano! Acompáñenme y analicemos un poco: las organizaciones que aglutinan y coordinan el servicio público de taxis, no ejercen vigilancia sobre los conductores, dejando la responsabilidad del control al propietario, quien en últimas negocia con el conductor, existiendo una relación laboral directa entre ellos, ante lo cual queda marginada la empresa que solo expide las tarjetas de operación. Pregunto ¿para qué las asociaciones, son solo intermediarias y por eso ganan? ¿Qué les puede interesar a las empresas, fuera de tener muchos afiliados para beneficio propio? Pensábamos que eran entidades de control laboral y se depuraban constantemente, brindado apoyo al dueño y seguridad al usuario, pero no, estas sociedades están en manos de directivos acomodados a las circunstancia y poco comprometidos con el país. El control de los vehículos solo lo hace la Policía en operativos adelantados con cierta periodicidad, sin mayores resultados por falta de tecnología para identificar carros ‘gemeleados’ o piratas; en cuanto a la individualización de los conductores es casi imposible pues las cartulinas ubicadas en el interior del auto, son removibles y ajustables, por lógica fáciles de falsificar; como vemos no es para nada viable lograr un control a futuro.
Así como en nota pasada nos referíamos a campañas comprometiendo la ciudadanía, hoy podemos recomendar mayor empeño de las empresas, responsabilizándose de controlar los conductores mediante estudios de seguridad, visitas domiciliarias y entrevistas sicológicas, esto cuesta dinero pero en alianza con los dueños se lograría una depuración, además se pueden completar las investigaciones solicitando antecedentes ante las autoridades. Por otro lado, conozco los esfuerzos de la Asociación Amigos del Parque 93, ellos podrían recomendar a los establecimientos al igual que hacen los hoteles, tener vehículos para atender los clientes brindándoles seguridad y buen servicio; esta estrategia permite ser utilizada en diferentes sectores comerciales, gastronómicos, o lúdicos que organizados cierren el paso a la delincuencia. Falta un líder.