No olvidemos los niños de la guerra
Con las esperanzas de paz que tanto ánimo han despertado en los colombianos, debemos enfrentar ciertos temas gordos como son los menores de edad en las líneas de combate. Seguramente vislumbramos un punto bien claro en lo referente a estos chicos, pero es saludable hacer algunos llamados para evitar un debate frívolo y tardío respecto al futuro de nuestros muchachos ¡qué tristeza, a estas horas estamos definiendo su futuro! Sin embargo, nunca es tarde cuando de dirigir bien la juventud se trata, especialmente, si nos referimos a niños maltratados por fuerza de las circunstancias; permítanme algo de información.
Los niños son reclutados, unos a la fuerza, otros engañados, los primeros sufren la llegada inesperada de grupos subversivos a sus poblaciones, “especialmente aquellas donde la subversión ha padecido derrotas” con el fin de llevarse para la guerrilla el mayor número posible de hombres combatientes, sin estimar condiciones, debiendo los pobladores soportar todo tipo de vejámenes en su persona y familia, guerrilleros que hacen oídos sordos a las súplicas de madres impetrando la niñez de sus hijos; los segundos caen en la trampa de amigos o conocidos vendedores de ilusiones y esperanzas, que logran captar la atención de agrupaciones jóvenes fantaseando una vida cómoda, y con poder soportado en las armas, nunca se imaginan lo duro y riesgoso de esta aventura. Estos colombinos en manos delictivas reciben una instrucción distorsionada, les enseñan el uso de las armas, les imparten conocimientos sobre comprensión de teorías revolucionarias, poco entendidas por los párvulos, a quienes también imprimen la disciplina del miedo, aprovechando que ante su inmadurez, no tienen capacidad de reclamo, mucho menos de protesta, obligándolos a enfrentar las tareas más duras reservadas a los veteranos, como son los turnos de guardia, pues las horas más difíciles las deben cubrir los menores y en caso de fatiga o falla la sanción siempre será ejemplarizante, lo anterior sin olvidar que en el momento del combate ellos deben ir al frente soportando los primeros golpes del enfrentamiento , no vamos a referirnos a temas sexuales por física pena con mis lectores, pues las aberraciones y abusos nunca faltan.
Reconozcamos que los niños pelean una guerra ajena, conducida por hombres vulneradores de sus derechos, escenario conocido mundialmente, y potenciado ante la falta de información sobre el número de menores reclutados en los grupos al margen de la ley, porque también existen investigaciones conducentes a identificar las Bacrim como reclutadoras de jóvenes menores, lo que complica aún más la situación. Lo anterior me da pie para pedir que no olvidemos el punto, porque estos pequeños a más de ser reconocidos y recibir atención especial, deben regresar a sus hogares recogiendo el amor filial, paso necesario hacia una recuperación física, moral y sicológica.