Tránsito de guerra a ciencia de paz
Para nadie es un secreto que en Colombia hace tiempo vivimos una cultura de guerra, condición que se ha extendido a lo largo y ancho de la geografía patria permeando todos los estratos sociales, generando en los nacionales una predisposición hacia el enfrentamiento, la pelea o por lo menos el alegato “que no el debate” tan valorado y bienvenido en los momentos de zanjar diferencias sobre diversas circunstancias; es por esto que ante los acuerdos de paz y encarando el posconflicto, los colombianos debemos hacer un tránsito destinado a morigerar nuestros ímpetus, bajando el nivel de alerta y desconfianza, para convertirnos en elegantes y razonables preceptores.
Que el posconflicto será una época difícil no hay quien lo dude, lo importante es lograr un ambiente propicio para recibir la embestida con carácter, disposición y mucho estoicismo, pues el paso hacia una colectividad eminentemente pacifica, marginada de enfrentamientos o desafíos, no es posible sin el compromiso ciudadano, encaminado a escalonar valores cívicos que se convertirán en hoja de ruta, para aquellos hombres venidos de la guerra, militantes de la subversión y comprometidos a incorporarse a la civilidad. Quiere decir esto que la población posconflicto está obligada a acoger y construir junto al Gobierno una nueva sociedad, plena de garantías, perspectivas y oportunidades para los dos márgenes antes en discordia, no podemos hablar de oportunidades laborales, estudio y capacitación de reincorporados, en detrimento de la población menesterosa que hoy hace parte del tejido social. ¡No¡ Urge un plan general contemplando el grueso de la población, borrando fronteras y evitando estigmatizar un grupo de futuros conciudadanos. Una directriz se ubica en las personas alejadas de sus terruños, pensando que solo los campesinos forzados por las circunstancias a abandonar sus parcelas, son los menesterosos de oportunidades posteriores, ¡No¡ Falta un componente y son los integrantes de las filas farianas quienes también debieron abandonar tierras, familias y plantíos, algunos por gusto o convicción, otros por fuerza, presión y constreñimiento, los que también desean retornar al puerto donde están su familia y está su gente, esa oportunidad es de mucho valor para fortalecer esa paz tan anhelada y hasta la fecha algo esquiva.
De lo anterior debemos colegir que si se logra comprometer a la sociedad colombiana en general y contamos con la ayuda internacional para la consolidación, estamos entendiendo que el camino hacia la paz es un verdadero proceso y la época de los enfrentamientos entre subversivos y la fuerza pública se convertirá en triste y vergonzoso recuerdo, que los maltratos a la población por parte de alzados en armas nunca se repetirán, por el contrario, tendremos comunidades comprometidas con el progreso, en una palabra, la paz se convertirá en una ciencia que guiará los colombianos hacia el futuro.