“Es más rentable el diálogo y la prevención”
PRISMA
Las fronteras con Venezuela
LOS que hemos tenido la oportunidad de trabajar en zonas fronterizas sabemos lo sensibles que son las relaciones y el entendimiento entre vecinos, especialmente en estos sectores donde la línea divisoria se hace imperceptible, por la cercanía y familiaridad entre los habitantes de parte y parte, no olvidemos que la nacionalidad misma se torna confusa, documentos de identidad fluyen para los residentes marginales que habitan los dos pueblos y no es extraño encontrar familias compuestas por miembros de distintas nacionalidades; lo incuestionable es que se sienten naturales de los dos Estados. La problemática fronterizas es especial, como especial es la interpretación de la ley, pues para esas colectividades la lectura de algunos comportamientos, aun siendo conductas delictivas, son vistas con cierta laxitud.
Los inconvenientes de diferente índole que golpean el vecino país indujeron al presidente Maduro a ordenar el cierre de las fronteras con Colombia, y claro, todos entramos a opinar sobre la forma de encarar por parte del Gobierno colombiano las cosas, sabedores de que el hecho trae un sinnúmero de problemas para los habitantes de las dos márgenes, originando como era de esperarse, demostraciones de inconformismo y protesta de parte ciudadana; las pérdidas en productos alimenticios, y mercancías legamente comercializadas que en varias oportunidades también son decomisadas es muy grande, golpeando por ello la capacidad económica de negociantes quienes han manifestado abusos e irrespetos y atropellos venidos de las autoridades venezolanas. El malestar no es palpable solo en los naturales colombianos, pues como lo afirmamos anteriormente, la mayoría de parentelas en la frontera tiene vínculo familiar, lo que agudiza la protesta. La primera causa de esta determinación está sustentada en el contrabando de comestibles, gasolina y otros, pero para combatir los delitos en las fronteras no es necesario cerrarlas, ese es un recurso miope y poco acertado si tenemos en cuenta que la mayoría de productos contrabandeados, no pasan por las carreteras y aduanas, sino se desplazan por las trochas o caminos de los maleteros, como suelen llamarse a los contrabandistas en esas fronteras y que hasta el sol de hoy, los grandes contrabandistas no obstante las medidas de cierre, siguen en la clandestinidad moviendo sus alijos de mercancías entre los dos países.
El camino correcto está en el diálogo, buscando la coordinación y compromiso de las autoridades en las dos márgenes, del buen entendimiento, cercanía y acuerdos saldrá una serie de programas y planes que a más de facilitar el trabajo institucional, pueden disuadir a los comerciantes y residentes que en algún momento por azares de la viada, actuaron al margen de la ley, a cumplir las medidas establecidas; es más rentable el diálogo y la prevención que la represión y eso no lo han entendido las autoridades en la frontera venezolana.