PRISMA
Que el posconflicto no sorprenda
Podríamos decir sin temor a equivocarnos que a los colombianos nos preocupa el posconflicto, especialmente por la incertidumbre de lo que viene, no tenemos claridad de cuál será el papel que debamos jugar en ese escenario, totalmente desconocido por el ciudadano del común, donde figuran los comerciantes, industriales y todas las capas socioeconómicas del país, esa desconfianza funciona en contra del proceso y a favor de los contradictores del proyecto.
Tantos años de violencia, con expresiones tan degradantes en toda la geografía colombiana, han dejado huellas muy profundas en la sociedad, la pérdida de vidas no tiene un camino que permita resarcir deudos, quedando solo la alternativa del perdón, y no quiero hablar del detrimento económico por parecerme prosaico, sin embargo, el lastre en ese sentido es vivido y padecido en todos los rincones patrios; urge reconocer que esta confrontación bélica golpeó sin miramientos los valores morales del país, llevando desarraigo a las victimas, obligándolas a refugiarse en zonas urbanas desconocidas y hostiles para ellos, ¡qué pena, que vergüenza¡
Una vez firmado el acuerdo de paz entre las partes y acordados los puntos cruciales de la negociación, el país entrará en un período inexplorado pero inevitable, tiempo destinado a lograr una coexistencia apacible con perspectivas de progreso y desarrollo en todas las esferas patrias, llamado posconflicto. Ante estas perspectivas los colombianos debemos entender que nadie diferente a nosotros podrá encarar el tema y solo nosotros tendremos que construir una nueva era, sustentada en la tranquilidad y seguridad del común, por encima de los privilegios personales. Olvidar, perdonar y evitar la repetición de las épocas pasadas es una empresa general; el pueblo en su sapiencia y soberanía, tendrá el encargo de caminar en pos de nuevos conceptos sobre armonía y entendimiento, en la dirigencia política recaerá la responsabilidad de encauzar los destinos patrios con transparencia y ecuanimidad, y las autoridades verán un amanecer con derroteros diáfanos hacia una sociedad ávida de igualdad e imparcialidad, faltaría la justicia, cargando en sus hombros el compromiso de engendrar un nuevo episodio, sustentado en una pronta e imparcial aplicación de la ley.
Esperanzados en un renacer de paz, sin olvidar la historia, Colombia está obligada a marchar hacia la edificación de una colectividad que a más de perdonar como lo venimos diciendo, pase la doliente página, distanciándose de los recuerdos violentos y orientando la brújula hacia un futuro pacífico, que recupere aquellas calidades malogradas en el tiempo y perdidas por la confrontación, cuya existencia demoramos mucho tiempo en admitir. En una palabra, los ciudadanos se deben comprometer con el posconflicto sin dudar, aportando lo mejor de sí esperando disfrutar un nuevo país, que demorará en consolidar sus cimientos pero una vez afianzado brindará, armonía, seguridad y progreso.