PRISMA
La profesión de taxista
EL problema con los taxistas es de nunca acabar, todos los días un ciudadano tiene dificultades con un conductor de este servicio tan importante y necesario para las ciudades. Si nos preguntáramos o se adelantara un estudio estadístico buscando establecer el número de incidentes entre taxistas y usuarios, sería sorprendente a más de escandaloso el resultado.
Sí, escandaloso, pues no pasa un día sin que un ciudadano no sea maltratado por el conductor de un taxi, es una verdad de a puño que las autoridades están obligadas de evitar; la muestra en vivo y directo la proporcionó el señor Gustavo Ortiz, hombre dedicado a la conducción en vehículos de servicio público por ocho años, quien sin la menor observancia de buenas maneras, e investido de irritación, agresividad y ofuscación, obligó a los pasajeros a bajarse del vehículo, amenazándolos con un cuchillo, para posteriormente salir a justificarse diciendo que jamás había tenido una situación parecida y era la primera vez, en romper los esquemas de cultura y tolerancia, a mas de nunca utilizar cuchillos; luego decidió escudarse con el argumento de proteger su vida esgrimiendo el arma, porque eran dos ciudadanos contra él, ¡que cinismo¡ Un energúmeno sin sufrir hasta el momento consecuencia alguna por sus actuaciones, amenaza los ciudadanos con cuchillo en mano, al tiempo que se niega a prestar un servicio solicitado por los clientes sin el mínimo asomo de agresividad, o violencia hacia el conductor, viéndose obligados en cambio, a vivir una escena escandalosa y provocadora. Esto no puede continuar. Es necesario dignificar la profesión de taxista, ya lo hemos manifestado en otras notas, esta actividad querámoslo o no, es la cara del transporte público de un país, una ciudad o región, todo visitante utiliza un taxi y mediante diálogo afable indaga con el conductor por la orientación, organización y armonía de la ciudad, en cuanto a los residentes apelan a este servicio por múltiples necesidades esperando educación, buenas maneras y conducción profesionalmente prudente.
Urge reglamentar y profesionalizar la actividad de taxista, no solo la de taxista, todo el servicio de transporte público del país, apremia exigir una capacitación previa a quienes aspiren a realizar esta actividad, sobra reconocer que tratar con público no es tarea fácil, por lo tanto esta personas necesitan una formación seria e idónea que debe atender variados frentes iniciando por los propietarios, obligados a cubrir el empleado de acuerdo con la ley, otro frente lo componen las asociaciones que aglutinan los vehículos, agrupaciones responsables de la calidad del servicio, presentación del conductor, aseo vehicular y otras aspectos inherentes con el excelente servicio. Pero el toque final lo da la autoridad, que debe reglamentar el oficio, fijando modelos y parámetros mínimos, respaldados en controles permanentes de cumplimiento.