Aída Avella y el Eln
Qué tal esa desfachatez del Eln. Le montan un atentado a la candidata para la Presidencia de la República, por la UP, Aída Avella, perpetrado el domingo 5 de febrero al desplazarse con su comitiva entre Fortul y Puerto Jordán (Arauca) negando de entrada su delito, para posteriormente aceptar la participación en los hechos, dando satisfacciones aberrantes ante la opinión pública.
Por fortuna las consecuencias del acto no fueron funestas, porque de lo contrario hubiera sido gravísimo para el país y el Gobierno, a tal punto que afectaría el proceso electoral, que se vive en Colombia tanto a cuerpos colegiados como Presidencia. Si un esquema de seguridad preparado y entrenado con sentido de responsabilidad, destinado a la protección de un candidato o candidata en justas electorales a cargos de elección popular, percibe retenes, puestos de control o presencia de tropas en zona rural y se percata dudando de la legitimidad de las fuerzas apostadas a la vera del camino, debe actuar de acuerdo con protocolos establecidos en cumplimiento de la misión, como es salvar la integridad del personaje, nada diferente hicieron los hombres encargados de la escolta en este caso, a quienes debemos un reconocimiento por valentía, decisión e ímpetu, pues una duda en esos momentos juega en contra del escoltado, de manera que el operativo por parte de los hombres de seguridad, fue ajustado a las circunstancias.
Pero con más descaro el Eln manifiesta que se encontraban en el sector practicando controles, y cuando advirtieron de la caravana quisieren identificar los ocupantes y aclara el motivo de la presencia en el sector. ¿De dónde acá los armados ilegales se arrogan el derecho de fungir como miembros de fuerza pública? ¿De dónde sacaron la idea de montar retenes en sectores rurales para registrar ciudadanos desprevenidos que transitan esos parajes, haciendo uso de la libertad que les asiste a desplazarse por todos los rincones patrios? ¿Qué tal la perlita y para colmo salen en defensa de su actuación, justificando el uso de las armas en legítima defensa, pues fueron atacados por los componentes de seguridad que protegían la caravana; dura realidad esa de no preocuparse siquiera por disfrazar su punible actividad, por el contrario, presumen estar cumpliendo con un deber u obligación ante sus patrones.
No es necesario buscar más, queda demostrada la falta de unidad y criterio en el manejo de los hombres por parte de este grupo, cada facción es independiente y actúa de acuerdo con su saber y entender, a tal punto que los cuadros directivos no saben qué acción tomar frente al vergonzoso y delictuosos hecho. Lo triste es que en últimas ante la candidata y el movimiento puede terminar pagando los platos rotos el Gobierno y las instituciones de seguridad.