¿Es la policía mala vecina?
Levantó ampolla en grandes sectores de la comunidad, el Ministerio de Defensa y las filas policiales el fallo del Consejo de Estado que condena la Nación a pagar destrozos causados por un ataque guerrillero a una estación policial. Me uno al sentir colombiano de cara al tema y como miembro de la institución, en uso de buen retiro, quiero hacer algunas consideraciones, que creo valederas en estos momentos tan importantes para el país, mirando con optimismo el proceso de paz adelantado en La Habana, porque estos contenidos puedan servir en el posconflicto como referencia y asunto a debatir buscando aclarar posiciones.
El fallo se debe acatar y más la institución, como dijo el general Rodolfo Palomino “lo hace por convicción y formación,” eso es verdad. No corresponde a la entidad controvertir, pero si espera a lo menos un debate profundo de cara al mañana, para tomar las medidas más aconsejables en defensa del residente y los hombres que integran una institución con vida constitucional, donde se ordena su organización, aclarando que se trata de un cuerpo armado de naturaleza civil, con la misión de mantener las condiciones ideales para el ejercicio de los derechos y libertades públicas, a más de la convivencia en paz. De este mandato se derivan una serie de conceptos, órdenes y reglamentos, partiendo de la misma definición general de policía. Lo anterior nos permite entender que la institución hace parte integral del tejido social, compuesto por ciudadanos, autoridades y policía, que es indispensable para enfrentar la delincuencia en todas sus modalidades. Dicho enfrentamiento es liderado, de tiempo atrás, por los uniformados de verde oliva, hombres comprometidos con el país que ofrendan vida y comodidades en favor de los ciudadanos, hasta el punto de recibir por agradecimiento el respaldo y apoyo comunitario en lugares donde se llegó a pensar en retirar la policía, ante adversas circunstancias.
La institución ha hecho ingentes esfuerzos para cubrir todo el territorio patrio. No obstante, muchos de sus hombres tienen que vivir en condiciones infrahumanas, olvidando familia y hogar por el bienestar de la colectividad a la que sirve con desvelo y lealtad. Están en instalaciones poco o nada dispuestas para cumplir la misión de habitación o cuartel policial, faltándole las mínimas medidas de sanidad, seguridad o protección, debiendo tomar los alimentos en condiciones sórdidas, esperando el alevoso ataque, la fratricida embestida sin lamentos y con mucha abnegación. No piensen mis amigos que las locaciones por estar en al marco de la plaza son las mejores, siempre se está improvisando, siempre estamos en el cuarto de San Alejo. No es posible que pretendamos ubicar las instalaciones policiales en las afueras de los pueblos, ¡tal vez al lado de los cementerios!, lugar ideal, “pensarán” algunos, lejos del ciudadano que defienden y proscritos de la civilidad.